INTRODUCCIÓN
El tema del presente
trabajo: positivismo; el concepto es
conocido por muchos, es la forma en
que a todos nos dicen deben de
hacerse las investigaciones; es para
muchos también el denominado método
científico.
Qué es el
positivismo, cómo surge en la
historia del pensamiento, y más
todavía del pensamiento moderno?
El positivismo es
una corriente de pensamiento
filosófico, científico, de explicar
cómo es el conocimiento que llamamos
científico y de qué manera debe
hacerse la ciencia para decir que
los resultados corresponden a la
verdad de lo que se busca.
Desde Aristóteles el
conocimiento cierto de las cosas
tenía que ver con la observación;
así se sigue en la Edad Antigua y la
Media hasta que con Galileo los
hombres de ciencia consideran que la
verdad científica debe ser
cuantificada y que todo conocimiento
que no pudiera ser así se
consideraba metafísica o simple
especulación.
El problema en el
conocimiento que llamamos científico
ha estado a través de la ciencia en
determinar quiénes son los elementos
que intervienen en el mismo.
Sabemos que la gran
revolución en la epistemología la
hizo Kant al considerar que en el
mismo intervienen el objeto que hay
que conocer pero también el sujeto.
Los empiristas
ingleses consideraban el
conocimiento proveniente de las
sensaciones; en Kant el conocimiento
significa formas puras de la
sensibilidad y formas puras del
entendimiento, en donde relaciona
racionalismo y empirismo.
Las sensaciones ya
no forman parte del conocimiento
desde Kant.
El tiempo histórico
que le tocó vivir a Augusto Comte
fue de conflictos en las clases
sociales por los intereses
económicos y la apropiación de los
bienes.
Comte quiso
modificar la sociedad de su tiempo y
comienza por explicar que una
sociedad para cambiar necesita
hacerlo a partir del conocimiento.
En su análisis de
cómo había sido a través de la
historia el conocimiento determina
distintas etapas de desarrollo del
mismo, que fue a lo que le dio el
nombre de ley de los tres estados o
estadios del conocimiento.
De aquí surge su
concepción de cuál era el verdadero
conocimiento, al que le llamó
positivo.
Al caracterizar
Comte cómo debía de ser el
conocimiento positivo estipula que
debía de provenir de la observación
y de la experimentación. De esta
manera es como Comte surge como
padre de la forma de hacer ciencia.
Esa forma de hacer
ciencia ha sido discutida desde
Comte, pero en la cuantificación
propuesta por Galileo y la
observación y experimentación de
Comte, se promete el progreso de la
sociedad al permitir esta forma de
trabajo científico, desarrollar
ciencia y tecnología, que es lo que
ha propiciado la supremacía de un
modo de producción como es el
capitalismo.
Se vio desde los
tiempos de Comte que el progreso de
toda la sociedad no se alcanzaría,
pero el modo de hacer ciencia y
tecnología permitió el desarrollo
del capitalismo mercantilista hasta
llegar en la actualidad al nuevo
capitalismo o globalización.
La razón de trabajar
este tema es la importancia que
tiene hoy en día el positivismo, con
su desglose de la forma de hacer
ciencia: el método científico, y la
polémica surgida en tiempos actuales
al considerarse la naturaleza de
forma distinta; la nueva ciencia, en
donde el paradigma de esta ciencia
tiene como elementos: la
autoorganización, la autopoiesis,
estructuras discipativas: cambian
lejos del equilibrio y lo que se
conoce es un sistema abierto.
Hoy en día está la
polémica abierta: cuantificación o
cualificación.
En el presente
trabajo desgloso los conceptos
básicos que manejó Comte para que
quedara estructurado el positivismo,
muestro documentos de posturas
distintas: los que están a favor de
la cuantificación; los positivistas,
y los que están a favor del nuevo
paradigma, de la ciencia como
sistema abierto, como sistema
complejo.
Estoy en la posición
de considerar como conveniente el
analizar qué es lo que se pretende
en las investigaciones, para
determinar qué se desea hacer. Por
esa razón dentro del trabajo incluyo
el desglose de todas las etapas del
positivismo, en su versión actual:
el método científico, en pantallas
de power point para que pueda usarse
como material de apoyo para quienes
lo necesiten de acuerdo a sus
investigaciones.
El positivismo ha
dejado en la ciencia una metodología
de trabajo conveniente en sus
tiempo, hoy debemos estar abiertos a
la construcción de otro mundo, de la
naturaleza vista de otra forma y
debemos estar conscientes de la
destrucción que hemos alcanzado con
un medio para hacer ciencia, que nos
parece fácil pero en donde no
medimos las consecuencias y sólo
pensamos en el ideal que tuvo el
positivismo, en sus inicios, de
alcanzar el progreso.
Las propuestas de la
nueva ciencia, del nuevo paradigma
de la ciencia, de la mayoría de
científicos que trabajan en ella, es
cuidar la naturaleza en lugar de
aprovecharnos de ella sin ningún
miramiento. Hay que hacer ciencia
pero pensando que la naturaleza es
un sistema vivo que no se sustituye
como muchos creen.
DESCRIPCIÓN
El positivismo es la
corriente filosófica creada por el
francés Augusto Comte según la cual
las ciencias positivas nos permiten
conocer con objetividad los hechos
por medio de las leyes que éstas
descubren. Escobar Valenzuela
(2004).
Cómo surgen dichas
ciencias; Comte dice que existen
tres leyes para las mismas.
1.- La ley de los
tres estados.
“La idea de una ley
fundamental que explique los
diversos hechos de la naturaleza, de
la historia y de la cultura, es
frecuente a lo largo de los primeros
cincuenta o sesenta años del siglo
XIX”. Xirau (2005, p. 360).
Augusto Comte
encuentra esta ley en lo que
denomina la ley de los tres estados.
Augusto Comte
La ley de los tres
estados es la base fundamental de la
filosofía de Augusto Comte, fundador
del Positivismo.
Augusto Comte nació
en Paris, en Montpellier, Francia,
1798 y muere en París en 1857.
Quién fue Augusto
Comte? Augusto Comte fue discípulo y
secretario de Saint-Simon, quien
había estado interesado en la
elaboración de programas para una
reorganización de la sociedad de su
tiempo.
Comte rompió con su
maestro y se dedicó a fundar el
positivismo orientando sus
principales obras, “Curso de
Filosofía Positiva”, “Discurso sobre
el espíritu positivo” y “Sistema de
política positiva”, a este objetivo.
La primera intención
de Comte no fue fundar una nueva
filosofía o establecer las bases de
una nueva metodología, todo esto fue
sólo un medio para conseguir una
reforma de la sociedad.
“La idea de una
evolución histórica es, en el caso
de Comte, la idea de una serie
evolutiva rígida”. Xirau (2005).
Comte da más una ley
sociológica que ley propiamente
histórica.
Según Comte el
primer paso que hay que dar para
reformar la sociedad se refiere a la
reforma del saber y del método
científico que tiene la sociedad que
se quiere reformar. Su idea es que
una sociedad es definida por el
grado de desarrollo intelectual que
tiene; por eso la reforma de la
sociedad debe comenzar por la del
nivel intelectual.
Para Comte, la
sociedad de su tiempo debía adquirir
un desarrollo intelectual de tipo
positivista; es la metodología
positivista la que debe imponerse
para que la reforma sea posible.
El sistema debía de
comprender:
Una filosofía de la
historia que demuestre que la
sociedad contemporánea de Comte
exige la metodología positivista y
el espíritu positivo como los únicos
adecuados para su desarrollo
intelectual.
El sistema debe
definir claramente el método
positivo.
El sistema debe
culminar en una sociología o ciencia
de la sociedad que genere las bases
para la reforma de la misma.
El sistema comtiano
se centra en:
Filosofía de la
Historia.
Positivismo y
Sociología.
El ideal de sociedad
propuesto por Comte es opuesto al
ritmo exigido por las fuerzas de su
época.
Desde Voltaire se
entiende por filosofía de la
historia al conjunto de reflexiones
y de investigaciones acerca de la
naturaleza de la realidad histórica
en general, en especial de las leyes
que rigen el proceso histórico y del
desarrollo de ese proceso.
Según Comte la ley
fundamental es la de los tres
estados por las que las concepciones
principales y las ramas del
conocimiento pasan, y son:
El estado teológico
o ficticio.
El estado metafísico
o abstracto.
El estado científico
o positivo.
El origen de estas
leyes está en la necesidad de toda
sociedad de una teoría cualquiera
para ligar los hechos; el espíritu
humano no tiene facilidad para
realizar esta operación y recurre a
entes teológicos, estado teológico,
a entes abstractos, estado
metafísico.
La historia de las
ciencias demuestra que todas han
pasado, según Comte, por los tres
estados, y que aún las más
perfeccionadas conservan huellas de
los estados primitivos mencionados.
Lledó, Emilio y otros (2004).
Demuestra también la
ley de los tres estados la
inteligencia individual.
1.1.- El estado
teológico.
El estado teológico
corresponde a la Edad Antigua. En
este estado los hechos naturales se
explican mediante causas extrínsecas
a la naturaleza; las causas son
invisibles y son entendidas como
divinidades.
Es la divinidad en
general la que explica la relación
entre los hechos y las cosas.
En el estado
teológico se distinguen tres
períodos:
El fetichismo.
El politeísmo.
El monoteísmo.
El fetichismo
consiste en atribuir a todos los
cuerpos exteriores una vida análoga
a los seres humanos; casi siempre
más enérgica por su acción más
poderosa.
El politeísmo retira
de los cuerpos exteriores la vida y
se la da a diversos seres ficticios,
casi siempre invisibles, por cuya
intervención se convierte en la
fuente directa de todos los
fenómenos exteriores e incluso de
los humanos.
En el monoteísmo las
divinidades múltiples se reducen a
una sola pero con la misma función
de explicar los hechos naturales y
humanos.
La fuente y el
origen del estado teológico en sus
diversas formas es la ignorancia del
hombre antiguo del verdadero sentido
y de las verdaderas causas de los
hechos naturales.
Cuando se desconocen
las leyes naturales que rigen el
desarrollo de los hechos, sentimos
la tendencia a sustituir esas leyes
por la acción de la divinidad.
1.2.- El estado
metafísico.
El estado metafísico
es un estado intermedio entre el
teológico y el positivo; la
diferencia está en sustituir las
divinidades y los agentes
sobrenaturales por entidades
ontológicas; por ejemplo las
esencias, las causas. Son elementos
distintos a como se presentan las
cosas ante la experiencia sensible.
Las entidades
ontológicas tienen la ventaja de ser
inherentes a los hechos y no ser
sobrenaturales y divinas; sin
embargo están aún muy lejos del
positivismo porque no pueden ser
constatadas por la observación por
lo que son inventadas por la
fantasía al igual que las
divinidades. Xirau (2005).
1.3.- El estado
positivo.
El estado positivo
es la subordinación constante de la
imaginación a la observación.
Para Comte el estado
teológico y metafísico son obra de
la imaginación y de la fantasía; el
fetichismo, las divinidades y las
entidades ontológicas son cuentos
inventados por la imaginación,
inadecuados para explicar el más
mínimo detalle de la realidad y de
los hechos que en ella se
desarrollan.
El estado positivo
propone sustituir el uso de la
imaginación por la observación,
única base posible de los
conocimientos verdaderamente
accesibles, razonablemente adaptados
a nuestras necesidades reales. Si
nos atenemos a la fantasía, todo es
confuso y discutible si prescindimos
del único medio posible de
verificación como lo es la
observación.
La regla fundamental
del estado positivo es que: toda
proposición que no es estrictamente
reducible al simple enunciado de un
hecho, particular o general, no
puede tener ningún sentido real e
inteligible.
“Pero si un hecho es
positivo por ser verificable, es
también verificable porque se
presenta de manera repetida”. Xirau
(2005, p. 362).
La observación es la
fuente del conocimiento y de la
eficacia para transformar la
realidad en productos útiles para la
satisfacción de las necesidades
humanas.
Con la imaginación,
la eficacia es nula, todo termina en
el especulativismo estéril.
Lo que llamamos
ciencias positivas es el resultado
de aplicar la observación en la
esfera del conocimiento y en la
eficacia práctica del mismo; son el
resultado de la sustitución de la
imaginación por la observación.
“Podemos definir un
hecho positivo: es un hecho
experimentable, verificable,
repetido, que implica una ley
natural, la cual, a su vez se
convierte en una ley científica”.
Xirau (2005, p. 363).
La imaginación,
según Comte debe ser subordinada a
la observación; la función de la
misma debe ser de anticipar las
hipótesis científicas que tienen que
preceder a la observación.
2.- El Positivismo
Comtiano; lo positivo.
Comte define su
nueva filosofía: el positivismo a
partir de la significación del
concepto, desde los cinco
significados que la palabra positivo
posee en el lenguaje vulgar. Esos
significados terminan por
distinguirlo de la filosofía
precedente, la de los estados
teológico y metafísico.
Los significados
son:
Lo positivo como
sinónimo de lo real.
Lo positivo como
sinónimo de lo útil.
Lo positivo como
sinónimo de certidumbre.
Lo positivo como
contrario de lo negativo.
Lo positivo como
sinónimo de lo relativo.
2.1.- Lo positivo
como sinónimo de lo real.
Retomando la
concepción de Comte de lo positivo;
en el caso de sinónimo de lo real:
lo positivo significa lo real; pero
lo real se opone a lo quimérico por
lo que se define el positivismo por
su consagración a las
investigaciones verdaderamente
accesibles a la inteligencia,
diferenciándolo de la filosofía.
2. 2.- Lo positivo
como sinónimo de lo útil.
En este sentido lo
positivo se une a la curiosidad,
propia de las especulaciones vacías
de la antigua filosofía.
El positivismo, en
cuanto a lo útil, tiende al
mejoramiento continuo de nuestra
condición individual y colectiva.
Por eso Comte
consideraba al positivismo, útil en
la transformación de la realidad
natural para crear bienes para
satisfacer nuestras necesidades.
2 .3.- Lo positivo
como sinónimo de certidumbre.
El antiguo régimen
mental era fuente de dudas
indefinidas y de debates
interminables que esterilizaban la
inteligencia humana, ante esto el
positivismo consigue certezas
concretas y decisivas sobre
problemas reales.
2. 4.- Lo positivo
como contrario a lo negativo.
Aquí lo negativo se
entiende como lo destructivo; lo que
hace todo filósofo no positivista es
destruir todas las opiniones que se
opongan a la suya.
2. 5.- Lo positivo
como sinónimo de lo relativo.
Lo positivo se opone
al dogmatismo y a la rigidez de la
filosofía de los dos estados
comtianos precedentes.
2. 6.-
Características generales del
positivismo Comtiano.
La actitud
positivista es perfilar su sentido y
aplicarlos a ámbitos de la cultura
cada vez más amplios.
Los caracteres más
sobresalientes son los siguientes:
a) Atención
a los hechos.
El saber positivo se
niega a admitir otra realidad que no
sean los hechos, y son todo lo que
aparece ante la experiencia y puede
ser observado.
El exclusivo interés
por los hechos observables hace que
el positivismo atienda únicamente a
cómo se producen los mismos, y no al
por qué y para qué de esos hechos.
Lledó, Emilio y otros (2004).
Entiende que esos
aspectos son metafísicos por ir más
allá de los hechos en sí mismos
considerados. La ciencia no ha de
determinar qué es lo que existe, si
no cómo se producen los fenómenos,
no ha de garantizar los datos si no
como describirlos.
a) Aversión a la
metafísica.
El positivismo se
opone a la metafísica en dos
aspectos: en cuanto al modo de
conocer de la metafísica; la falta
de datos sensibles y observables y
el predominio absoluto de las formas
vacías de la razón.
El positivismo se
opone a la metafísica porque
considera la existencia de seres
suprasensibles, mismos que no pueden
ser observados.
b) Hostilidad hacia
los grandes sistemas.
La elaboración de
los grandes sistemas, como el de
Kant, el de Hegel no hacen que se
traten hechos concretos; además no
se trata de generalizar los datos,
se trata de describirlos.
c) Reducción de la
filosofía a la ciencia.
El positivismo
rechaza la filosofía anterior a su
propuesta, también piensa que el
único sentido que puede tener la
filosofía tiene que venirle de la
ciencia.
La ciencia ha de ser
el único objeto posible para la
filosofía; en este sentido la
filosofía ha de ser también
positiva.
d) La idea de
progreso.
La idea de progreso
se desarrolla en dos aspectos:
En cuanto a la
realidad en marcha, en devenir;
recibe el nombre de evolución.
En cuanto
mejoramiento sucesivo: de una
realidad, de una situación.
Comte presenta la
cultura humana progresando a través
de los tres estados, tanto en la
realidad en marcha como en
mejoramiento sucesivo. Lledó, Emilio
y otros (2004).
El siglo XIX fue muy
optimista pensando que la humanidad
iba en un mejoramiento sucesivo
hasta ocupar el lugar destinado,
hasta entonces a Dios.
En la marcha hacia
la perfección contribuían los
progresos científicos y
tecnológicos; considerados por los
positivistas como tendientes, de un
modo infalible, al provecho de la
humanidad y como absolutamente
incapacitados para ocasionar ningún
mal a la comunidad humana.
Una característica
que el propio Comte consideró
importante es el concepto de sentido
común: dice en su obra “Discurso
sobre el espíritu positivo”, importa
mucho observar que en todos los
aspectos esenciales, el verdadero
espíritu filosófico consiste, sobre
todo, en la aplicación sistemática
del simple buen sentido común a
todas las especulaciones
verdaderamente accesibles. Para
Comte la filosofía coincide con el
sentido común sistematizado; pero
existe una diferencia entre el
sentido común vulgar y el científico
o filosófico; la diferencia es que
el segundo es una generalización del
primero.
3.- Positivismo y
ciencia.
Para Comte la
historia del conocimiento atraviesa
por tres etapas, de acuerdo al tipo
de explicación que se asignaban a
los fenómenos: etapa teológica en la
que se recurrían a los seres
sobrenaturales, etapa metafísica, en
la que se recurría a las esencias
abstractas, y etapa positiva, en la
que se recurre a las leyes
científicas. Beuchot y Sobrino
(2003).
”Comte intenta, en
“Curso de Filosofía positiva”, una
nueva clasificación de las ciencias.
Esta clasificación está basada en
dos nociones: la de simplicidad y la
de universalidad. Jerarquizadas, las
ciencias, serán tanto más puras y
tanto más exactas cuanto más
simples, cuanto más universales sean
sus fórmulas y sus principios”.
Xirau (2005, p. 363).
De lo anterior se
desprende que para Comte la
matemática es una ciencia pura y
aplicable a la naturaleza.
Las ciencias
naturales quedan clasificadas en el
orden siguiente:
Astronomía
Física
Química
Sociología.
Esta clasificación
hace de la sociología la principal
de todas las ciencias humanas,
porque podrá dar a los hombres las
leyes de la conducta, y podrá
otorgarles la felicidad mediante la
aplicación de leyes tan precisas
como podían serlo las de Newton en
la física y las de Lavoisier en la
química.
Hecha a imagen y
semejanza de la física, la
sociología se convierte en el
estudio de las instituciones. Comte
establece los hechos sociales como
invariables y determina una ley
constante para el desarrollo de la
humanidad. Xirau (2005).
En la clasificación
que Comte hace de las ciencias, la
sociología aparece como el punto
culminante de todas ellas. Comte
introduce el término “sociología”
como las líneas generales de una
nueva ciencia.
La sociología
iniciada por Comte abrió un nuevo
campo de investigación: el hombre
como objeto de estudio, dando lugar
al nacimiento de las nuevas
ciencias, llamadas ciencias humanas.
Lledó, Emilio y otros (2004).
Comte hace entrar al
hombre dentro del campo de estudio
de las ciencias positivas; hasta ese
tiempo la ciencia se ocupaba sólo de
la naturaleza.
Según Comte el
hombre no deberá tener ya la
pretensión de conocimientos
absolutos, todo lo deberá
relativizar según la experiencia
alcanzada.
“Dentro de este
relativismo empírico, la ciencia se
sostiene en la concepción
mecanicista de la naturaleza, que
garantiza la validez de las leyes
científicas, y en la posibilidad de
expresar cuantitativamente las leyes
naturales, es decir, en un
matematicismo”. Beuchot y Sobrino
(2003, p. 69).
De su clasificación
de las ciencias quedan excluidas la
religión y la metafísica, para Comte
estos saberes están en los dos
primeros estados porque consideraba
que desaparecerían al llegar al
estado positivo.
“Sin embargo, Comte
cree en el progreso del hombre y en
la perfectibilidad de la ciencia,
considera también que la era
positiva es el estado definitivo de
la humanidad”. Xirau (2005, p.
363).
Según Comte tanto la
religión como la metafísica se
ocupaban sólo del individuo, no
abarcaban el aspecto social de la
especie.
El estado positivo
está en condiciones de preocuparse
de la especie y de la sociedad.
Según Comte para el
espíritu positivo, el individuo no
existe; sólo puede existir la
humanidad y de ella se preocupa el
positivismo.
3. 1.- El
positivismo Comtiano como filosofía.
El positivismo de
Comte no sólo es sociología, es
además filosofía. En este sentido el
positivismo se sitúa en la línea de
lo que se llama empirismo,
entendiendo este concepto como
movimiento filosófico amplio que se
caracteriza por la defensa del
conocimiento sensible y de la
experiencia, frente a la
preponderancia de la razón
abstracta, propio del racionalismo.
La filosofía de
Comte sigue la línea marcada por la
universidad medieval de Oxford y
continuada por el empirismo de los
siglos XVII y XVIII.
A fines del siglo
XVIII el científico no puede ser más
que científico, debe prohibirse a sí
mismo la dedicación metafísica y
aspirar nada más a lo
experimentable.
Otro factor para
esta consideración de positivismo y
ciencia fue la filosofía de Kant,
quien había dicho que había límites
para el conocimiento y que esos
límites era encuadrarlo dentro de la
experiencia, en consecuencia no
había nada para el conocimiento
humano fuera del fenómeno y el mundo
fenomenal contiene en sí lo
verdaderamente real. Beuchot y
Sobrino (2003).
Este fenomenalismo
Kantiano fue como un dogma para el
siglo XIX, en general, y para el
positivismo en particular.
De conformidad con
el fenómeno Kantiano el positivismo
se atendrá exclusivamente al
fenómeno, a lo dado a la
experiencia.
En cuanto al uso que
el positivismo Comtiano generó para
la imaginación, se dejó sentir en la
hipótesis y los modelos científicos.
Los modelos
científicos son un producto físico,
observable en principio a simple
vista, que tiene la misma forma que
el objeto o contenido representado
en el enunciado científico.
Un modelo científico
es una construcción de la
imaginación destinada a representar
una teoría científica, haciéndola
visualizable, incluso para los
iniciados en ella.
Debido al estado
metafísico, puede decirse que la
ciencia hasta el siglo XX usaba con
prodigalidad los modelos
científicos, productos de la
imaginación, para visualizar sus
teorías.
La ciencia del siglo
XX, especialmente la física
relativista, frente a la física
clásica, se caracteriza por
prescindir cada vez más de esos
productos imaginativos llamados
modelos científicos. Las teorías
actuales se resisten a ser
representadas visualmente.
Comte encomendaba a
la imaginación la función de
proponer hipótesis que habrían de
ser confirmadas mediante la
observación y la experimentación.
Esto seguía la tradición galileana
de observar y de experimentar sobre
los hechos.
3. 2.- La crisis de
la fe en el progreso.
Los motivos para el
optimismo en el progreso eran dos:
el aumento de la producción y el
principio de que el progreso es
difusivo.
Las causas del
aumento de la producción de riqueza
fueron los avances en la ciencia y
la tecnología. Por ejemplo en
Francia entre 1830 y 1847 creció
nueve veces el número de máquinas de
vapor utilizadas en la industria.
Esto hizo que se
tripicara la producción de carbón,
de hierro y de acero y la longitud
de las líneas férreas aumentara doce
veces.
Pronto comenzaron
los problemas al descubrir que la
máquina, en general, favorecía mayor
incorporación al trabajo de mujeres
y de adolescentes redundando en el
paro de los adultos.
El concepto de que
el bienestar es difuso, equivaldría
a que la riqueza de algunos se haría
general.
En el siglo XX con
la dos Guerras Mundiales en donde la
producción se tuvo que dedicar a las
armas para destruir la vida: también
se vio que la tecnología deshumaniza
y ensucia el aire.
La ciencia perdió la
confianza en sí misma y termina por
afirmar que las leyes concebidas
como universales y consistentes son
hipótesis de trabajo dispuestas
siempre a la corrección.
ANÁLISIS GENERAL
Qué ha pasado con el
positivismo desde la propuesta de
Augusto Comte de que sólo se
considerara como científico lo que
pudiera ser observado y
experimentado?
En la segunda mitad
del siglo XIX, el positivismo tuvo
influencia notable en América del
Sur; sobre todo en Brasil.
El positivismo en su
desarrollo alcanza hasta nuestros
días, sigue siendo la misma
concepción de observación y
experimentación, el problema se
centra en la actualidad en los
sistemas para medir y en cuál es la
realidad.
En México fue la
base de la reforma educativa
emprendida por Gabino Barreda
durante el gobierno de Benito
Juárez; concretamente en el Plan de
estudios de la Escuela Preparatoria.
Todavía el modelo de ciencia del
proyecto de Barreda sigue operando
en el sistema educativo a nivel de
estudios medios superiores.
La Universidad
Nacional Autónoma de México también
trabaja con el modelo positivista de
Comte.
Presento una
síntesis de los elementos que han
sido considerados como más
importantes por los diferentes
científicos, en el desarrollo de
esta corriente de pensamiento.
La propuesta
positivista de Comte, el padre de
este tipo de concepción de la
ciencia es:
Método Científico de
Augusto Comte.
Autor Época
Propuesta.
Augusto Comte.
(1788-1857).
Hechos
observables.
Leyes de la
naturaleza.
Hechos
complejos, métodos complejos
Propone:
observación, experimentación y
comparación.
Continuando con la
línea del positivismo en la historia
de la ciencia, tenemos a H.
Poincaré:
“En las ciencias
físicas, de acuerdo con Poincaré,
hay dos clases de postulados: las
leyes, que son resúmenes de
resultados experimentales y se
verifican de manera aproximada en
sistemas relativamente aislados, y
los principios, que son
proposiciones convencionales de
máxima generalidad, rigurosamente
ciertas y más allá de toda posible
verificación experimental, ya que
por razones de conveniencia así se
han definido. Por lo tanto, como la
ciencia no consiste solamente de
principios no es totalmente
convencional; se inicia con una
conclusión experimental o ley
primitiva, que se divide en un
principio absoluto o definición, y
una ley que puede revisarse y
perfeccionarse.” Pérez Tamayo
(2006, p. 166). La ciencia tiene su
desarrollo a partir de elementos
teóricos y a partir de observación y
experimentación.
Método Científico de
Henri Poincaré.
Autor Época
Propuesta.
Henri
Poincaré (1854-1912).
Orden general en el universo.
Entender
todo lo se que puede del orden
existente.
El
descubrimiento de los hechos depende
de la observación y de la
experimentación.
Se investiga
lo que tiene mayor probabilidad de
repetirse.
La mejor
hipótesis es la más económica, no
significa que sea verdadera.
La ciencia
no es copia de la realidad, es
explicación de ciertas
interrelaciones.
También pertenece al
positivismo el círculo de Viena.
Por lo que podemos
analizar el Círculo de Viena reunió
diferentes posturas en relación al
método científico: no querían la
metafísica, creían que la ciencia
era descripción de la experiencia,
lo que viene a significar que la
realidad era una situación distinta,
pero querían una ciencia al estilo
de Poincaré en que sólo interesan
las interrelaciones que son las que
se explican y se toma lo que más se
repite
Método Científico
para el Círculo de Viena.
Autor Época
Propuesta
Círculo de
Viena 1907 Ciencia:
descripción de la experiencia.
Interés por
las interrelaciones
Positivistas: observación y
experimentos.
Lógica:
análisis conceptual.
Rudolf Carnap
también perteneció a esta postura
científica.
Autor Época
Propuesta.
Rudolf Carnap
(1891-1970) Principio
de verificabilidad: una proposición
es cierta cuando en principio es
verficable
Proposiciones confirmables y
experimentables.
Proposiciones que son reducibles:
definiciones.
Proposiciones que no son reducibles:
reducciones.
Brigman también fue
positivista.
“Según Bridgman, el
científico debe ser un empirista
puro, para quien lo único que posee
existencia real son los hechos, ante
los que debe adoptar una actitud de
"humildad casi religiosa". Su
rechazo de los principios kantianos
a priori, que preceden y delimitan
la experiencia, es absoluto y
definitivo; además, la naturaleza no
puede incluirse completa en, o
agotarse por, ninguno de los
esquemas contendientes actuales
(como el racionalismo, el
relativismo o el idealismo
absoluto).” Pérez Tamayo (2006, p.
201).
Método Científico
del Operacionismo.
Autor Época
Propuesta
Percy W. Bridgman
(1882-1961). Conceptos que
provengan de procesos
experimentables.
Los hechos
son los únicos que tienen existencia
real.
Empirismo
puro.
En qué situación se
encuentra el positivismo hoy en día?
ACTUALIZACIÓN
En la actualidad las
bases del empirismo son los
fundamentos del denominado método
científico.
La ciencia desde
Galileo se construye en función de
la observación, la experimentación y
la cuantificación.
Presento tres
apéndices, dos con la aplicación del
empirismo como base del método de
hacer ciencia en la actualidad y el
tercero con el análisis de la crisis
del paradigma positivista y la
propuesta de la nueva ciencia o del
paradigma necesario para esa nueva
ciencia..
Los conceptos más
importantes del primer documento
son:
Documento.
“El paradigma
positivista y la concepción
dialéctica del conocimiento”
M.B.A.Luis Gerardo
Meza Cascante.
Escuela de
Matemática, Instituto Tecnológico de
Costa Rica.
Nos dice el autor,
que para considerar algo como
perteneciente a la ciencia debe ser
observable y experimentable.
La ciencia, para el
positivismo, es considerar que el
sujeto conoce la realidad por el
método que proporciona el
positivismo: observación y
experimentación.
Considerar también
que tanto las ciencias naturales
como las sociales pueden hacer uso
del mismo método.
El único
conocimiento válido es el obtenido
por la experiencia.
La realidad existe
fuera del sujeto.
El método de la
ciencia es describir la experiencia.
De lo anterior se
concluye que el positivismo sigue
con los mismos conceptos con los
cuales lo inicia Comte.
El segundo documento
es:
Ciencia y filosofía
José A. de
Azcárraga, Catedrático de Física
Teórica, Universitat de València e
IFIC (CSIC-UVEG)
En este documento el
autor hace un análisis del
desarrollo del pensamiento
filosófico hasta llegar a los
principios que usa la ciencia para
determinar sus verdades.
Hace un recorrido
histórico de ciencia y filosofía:
filosofía de la ciencia.
Considera los
elementos importantes de cada
filósofo o científico, en su
concepción de la ciencia o de la
filosofía, desde final de siglo XIX.
Lo importante es ver
que la gran mayoría, por no decir
que todos, tienen como elemento base
del método de investigación, el
positivismo: la experimentación y la
observación; en lo que han ido
cambiando es en la concepción de la
realidad.
El tercer documento
es:
“Criterios para la
Superación del
Debate Metodológico
"Cuantitativo/Cualitativo"
Miguel Martínez
Miguélez *
Universidad Simón
Bolívar.
Este documento nos
ofrece el problema del paradigma de
la ciencia siguiendo el modelo
positivista de la observación y la
experimentación. Martínez Miguélez
hace el análisis de para qué son los
métodos, se va al análisis de la
realidad.
Queremos medir
mediante estadística o matemáticas,
lo importante es saber cuál es la
realidad de nuestro objeto de
estudio.
Hace la diferencia
de las ciencias naturales y las
ciencias sociales. Nos dice que la
ciencia también tiene en la
actualidad otra concepción, hablamos
de que la realidad es compleja y
presenta el paradigma de la nueva
ciencia como un sistema.
Nos ofrece
información de las teorías de:
Prigogine y las estructuras
discipativas, los concepto de la
física de Capra, los elementos del
nuevo paradigma; la realidad es otra
por lo que hay que buscar otro
método de hacer ciencia.
Nos habla de una
modalidad para las ciencias
sociales: la triangulación, nos dice
que el modelo no puede ser aplicado
para todo; tenemos que aplicar la
interdisciplinariedad.
Lo que siempre
tenemos que considerar es que la
realidad es distinta y en la
actualidad sabemos que la realidad
es un sistema complejo.
A continuación
presento el positivismo, con las
etapas que en la actualidad se usan
para hacer ciencia lineal:
causa-efecto, estableciendo la
diferencia con la ciencia de la
complejidad, que tiene las
matemáticas no lineales, el concepto
de autoorganización de los sistemas,
la autopoiesis: los organismos
crecen desde patrones y desde el
interior de sus estructuras; que
siempre todo sistema lejos del
equilibrio cambia desde sus
bifurcaciones y la teoría Gaia: la
Tierra no es un lugar de rocas
muertas.
Las etapas del
actual método científico es la
manifestación fiel del positivismo.
Presento a
continuación el desglose de las
etapas que comprende.
DISCUSIONES
A nivel local.
El positivismo a
nivel local sigue siendo la base del
sistema educativo desde la fundación
de la Escuela Nacional Preparatoria;
se enseña la ciencia con las etapas
propias de observación y
experimentación.
Las investigaciones
que hacen los estudiantes en todos
los niveles del sistema educativo
mexicano tienden a reforzar las
bases del positivismo: el
seguimiento de la observación y la
experimentación y lo exacto en la
medición.
Los planes de
estudio no mencionan para nada la
existencia de otra ciencia; para los
jóvenes de los niveles básicos y
medio, la ciencia es copia de la
realidad y esa realidad siempre es
mensurable y siempre es de causa a
efecto.
Se están haciendo
cambios dentro del sistema
educativo, a los planes de estudio,
orientándolos a ser más eficaces de
manera terminal, pero no hay cambio
en el concepto de ciencia; se
pretende formar seres humanos que
sirvan al nuevo capitalismo:
globalización, pero quedará igual el
concepto de ciencia y las teorías
psicológicas en que se apoya el
aprendizaje: conductismo,
cognoscitivismo y constructivismo.
Lo bueno sería que
la utilidad terminal fuera en
función de cuidar la naturaleza y
crear mejores condiciones humanas de
convivencia.
A nivel nacional.
A nivel nacional
sigue la misma política en cuanto al
método de hacer ciencia, a lo
positivista.
La única modalidad
que se da en los niveles de
licenciatura es el hacer
investigaciones en línea, con otras
universidades; la Universidad de
Baja California trabaja en esta
modalidad, también la universidad
“La Salle” del D.F., con Texas A&M,
de Estados Unidos.
A nivel nacional la
situación de la rigidez en el uso
del método científico; positivismo,
ha llegado a una situación de crisis
en donde las autoridades no han
podido o no han querido enfrentarse
a otros intereses.
El sistema educativo
mexicano tiene un índice bajo en
cuanto a eficiencia terminal; el
problema, entre otros, es la
elaboración de la investigación que
servirá para acreditar el grado.
Sabemos que una cosa
es enseñar el método de una ciencia,
de demostrar y aplicar sus teorías,
y otra es, estructurar una
investigación con la precisión de
una experimentación y cuantificación
estrictas.
Se da la situación
que quienes están apoyando en los
seminarios, para que los estudiantes
elaboren sus trabajos terminales,
desconocen las propuestas que la
ciencia tiene en cuanto a
metodologías y piden que en ciencias
aplicadas, como es la Ingeniería,
que tiene su propio sistema de
cuantificación, se aplique
estadística, a como dé lugar.
En la actualidad el
sistema educativo mexicano ha
buscado diferentes opciones para
incrementar la eficiencia terminal,
acreditando los grados, mediante
promedios o en la continuidad de
otro grado superior de estudio.
Presento
estadísticas de la eficiencia
terminal de las licenciaturas en el
sistema educativo mexicano.
Este es el último
censo oficial de la República
Mexicana; como se puede ver hay años
en que no se tienen datos sobre la
titulación.
Por la forma en que
ahora se obtienen los grados: por
promedio escolar o por continuar
estudiando un grado superior, el
índice de titulados se disparará.
La pregunta es qué
pasará cuando esos estudiante
quieran seguir otros grados en el
extranjero y desconocen trabajar en
los procesos que tiene la ciencia
para desarrollarse.
RECOMENDACIONES
Las sugerencias que
se pueden hacer en cuanto al
positivismo y el uso de su
consecuencia, el actual método
científico:
Es investigar qué es
la realidad en los diferentes
paradigmas de la ciencia.
Analizar qué es lo
que queremos investigar y seguir la
propuesta de Martínez Miguélez y la
de Prigonine.
Martínez Miguélez
nos dice que debemos ver primero
antes de estructurar un proyecto de
investigación, qué queremos: sólo
cuantificar por cuantificar o
queremos la explicación del
fenómeno.
También establece
una diferencia entre los objetos de
estudio: de las ciencias físicas o
de las ciencias sociales. Los
objetos de las ciencias sociales se
pueden trabajar con un proyecto de
triangulación. También nos habla de
la interdisciplinardad.
Los objetos y su
sistema son los que determinan el
método y no a la inversa.
En el caso de
Prigogine dice que si se trata de
fenómenos determinados podemos hacer
una investigación cuantificable,
pero en sistemas abiertos lejos del
equilibrio esto no es posible.
Tanto Martínez M.
como Prigogine mencionan que hay que
ver cuál es el objeto a investigar
para ver el método a usar.
Cuando he impartido
seminario de tesis lo que considero
básico es hacerle conocer al alumno
la situación actual de la ciencia y
luego qué objeto de estudio tiene,
para ver cuál es el método que él
mismo necesita. No se trata de
aplicar el método positivista de
manera radical sólo porque así se
hace o porque así lo hacen los
demás.
El método
positivista, método científico, ha
dejado sus beneficios al centrar la
investigación y crear una comunidad
científica internacional, pero no
por eso debemos de considerar que es
la única forma de hacer ciencia.
En su momento y para
los objetos de estudio adecuados,
tiene excelentes resultados; el
problema en la actualidad es el
considerarle, a pesar de la
necesidad de un nuevo paradigma para
la ciencia, como la única opción de
poder hacer ciencia.
Las posturas
radicales siempre impiden conocer
todo lo que la realidad nos puede
dejar ver.
CONCLUSIÓN
El positivismo es la
concepción del pensamiento
científico, como manera de buscar la
verdad, y filosófico como posición
epistemológica, que consideran como
elementos del conocimiento: la
observación y la experimentación.
En la investigación
que del positivismo hemos realizado
vemos al fundador del mismo, en la
ciencia moderna; Augusto Comte. De
Comte tratamos la manera en que
construyó el modelo; su objetivo fue
crear una ciencia alejada de
posiciones poco científicas,
poniéndola por base para que la
sociedad elevara su nivel de
bienestar.
Para lo anterior
Comte tuvo que analizar la ciencia
de su tiempo y determinar los
elementos que consideraba generaban
un conocimiento científico.
En esa actividad
establece los criterios para la
ciencia, la clasificación de la
misma y como consecuencia, le
determina leyes sobre las cuales
edificar su pensamiento sobre este
sistema de conocimientos.
Determina también lo
que no puede, según este criterio,
considerarse ciencia.
En su tiempo el
método que quedó para hacer ciencia
trajo sus beneficios porque buscaba
la certeza y la verificación
rigurosa.
El enfoque positivo
supone que las ciencias naturales
están avanzadas y que la mente
humana puede conocer, y más todavía,
que la mente humana conoce los
fenómenos tal como son.
Comte dice que el
conocimiento positivo es el cierto
pero insiste en que es relativo
porque conocemos el universo como se
nos aparece. El conocimiento
positivo es conocimiento de nuestro
mundo, el mundo tal como se nos
aparece, no es algo fijo y
determinado y de una vez por todas.
El conocimiento
positivo es también relativo porque
se ha abandonado ya a la búsqueda de
absolutos.
Aún suponiendo que
haya causas últimas, nosotros no
podemos conocerlas; lo que conocemos
son los fenómenos.
Al pensamiento
positivista le interesa,
simplemente, la realidad como
accesible al conocimiento humano.
Otro concepto que
vale la pena mencionar es el de
progreso para Comte; el progreso
para él es en el pensamiento
científico, porque éste permitirá el
desarrollo de la sociedad, por los
beneficios que tendrá una sociedad
con un mejor conocimiento
intelectual.
Esta visión de
Comte, de que la sociedad debía de
ser organizada por quienes poseen el
conocimiento, viene desde Platón, en
la sociedad comtiana los científicos
controlarían la educación y
formarían la opinión pública.
El positivismo, en
su desarrollo, está en la ciencia
actual, y por la situación de la
misma, en que el paradigma lo
constituye el fundamento de la
concepción comtiana, parece ser que
su presencia, será por más tiempo.
Estamos viendo que
lo que el hombre conoce por realidad
ha cambiado, que es un sistema
abierto y complejo, que existe una
interrelación, por lo que con el
paradigma positivista no se podrá
caminar por ahí por mucho tiempo.
Es necesario que la
comunidad científica se abra a otras
posibilidades aunque es sabido que
no hay conocimiento de lo absoluto.
El positivismo como
método de investigación nos ha
permitido controlar con facilidad
las investigaciones; pero el
desarrollo de la ciencia y sus
aplicaciones, la tecnología, ha sido
con el objetivo del capitalismo, de
la mercancía por la mercancía, el
dinero por el dinero, y tenemos las
consecuencias que todos conocemos:
la destrucción de la naturaleza. No
es consecuencia directa del
positivismo, es consecuencia de los
objetivos de la investigación; hoy
en día hasta la investigación es una
mercancía más.
La ciencia está en
poder de la política y estamos
siendo testigo de situaciones como
la de Corea y la investigación
biológica. El problema está en la
comercialización de todo lo
existente y en la rapidez con la
cual se quieren tener los nichos de
mercado.
Ya no hay tiempo
para que las investigaciones puedan
tener los tiempos que las mismas
necesitan porque el resultado puede
tenerlo otro antes que yo y ya
pierdo dinero.
La nueva ciencia
necesita de tiempo en sus trabajos,
aquí hablamos de matemáticas no
lineales, aquí no es causa- efecto
de manera lineal, hay que seguir
procedimientos más lentos y más
complicados al hablar de que la
ciencia es un sistema.
Esperemos que los
políticos, los que organizaron la
globalización se den cuenta que el
dinero por él sólo conduce a un
camino muy corto y que ese camino
parece haber llegado a su fin.
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Apéndice 1
El paradigma
positivista y la concepción
dialéctica del conocimiento
https://www.cidse.itcr.ac.cr/revistamate/ContribucionesV4n22003/meza/pag5.html
Mayo -31 - 2006
Apéndice 2
Documento: ciencia y
filosofía
https://www.uv.es/metode/index.html
Mayo - 31 - 2006
Apéndice 3
Criterios para la
Superación del
Debate Metodológico
"Cuantitativo/Cualitativo"
Miguel Martínez
Miguélez *
Universidad Simón
Bolívar
https://prof.usb.ve/miguelm/
Mayo - 31 -2006
APÉNDICE 1
El paradigma
positivista y la concepción
dialéctica del conocimiento
M.B.A. Luis Gerardo
Meza Cascante.
Escuela de
Matemática, Instituto Tecnológico de
Costa Rica.
Resumen
1. Introducción
En este trabajo
abordamos el estudio del paradigma
positivista y sus principales
planteamientos, y lo propio en
relación con la concepción
dialéctica del conocimiento. Además,
presentamos un análisis comparativo
y expresamos nuestra posición
personal en relación con la propia
acción académica que desarrollamos.
2. El paradigma
positivista [1]
El positivismo es
una corriente de pensamiento cuyos
inicios se suele atribuir a los
planteamientos de Auguste Comte, y
que no admite como válidos otros
conocimientos sino los que proceden
de las ciencias empíricas. Tan
importante es la influencia de Comte
que algunos autores hacen coincidir
el inicio del positivismo con la
publicación de su obra “Curso de
filosofía positiva”. No obstante,
otros autores [2] sugieren que
algunos de los conceptos
positivistas se remontan al filósofo
británico David Hume y al filósofo
francés Saint-Simon.
Para Kolakowski
(1988) el positivismo es un conjunto
de reglamentaciones que rigen el
saber humano y que tiende a reservar
el nombre de “ciencia” a las
operaciones observables en la
evolución de las ciencias modernas
de la naturaleza. Durante su
historia, dice este autor, el
positivismo ha dirigido en
particular sus críticas contra los
desarrollos metafísicos de toda
clase, por tanto, contra la
reflexión que no puede fundar
enteramente sus resultados sobre
datos empíricos, o que formula sus
juicios de modo que los datos
empíricos no puedan nunca
refutarlos.
De acuerdo con
Dobles, Zúñiga y García (1998) la
teoría de la ciencia que sostiene el
positivismo se caracteriza por
afirmar que el único conocimiento
verdadero es aquel que es producido
por la ciencia, particularmente con
el empleo de su método [3].
En consecuencia, el
positivismo asume que sólo las
ciencias empíricas son fuente
aceptable de conocimiento.
Otra de las
características relevantes del
positivismo tiene que ver con su
posición epistemológica central. En
efecto, el positivismo supone que la
realidad está dada y que puede ser
conocida de manera absoluta por el
sujeto cognoscente, y que por tanto,
de lo único que había que
preocuparse, indican Dobles, Zúñiga
y García (1998), era de encontrar el
método adecuado y válido para
“descubrir” esa realidad. En
particular, asume la existencia de
un método específico para conocer
esa realidad y propone el uso de
dicho método como garantía de verdad
y legitimidad para el conocimiento.
Por tanto, la ciencia positivista se
cimienta sobre el supuesto de que el
sujeto tiene una posibilidad
absoluta de conocer la realidad
mediante un método específico.
Otro aspecto
importante del positivismo es el
supuesto de que tanto las ciencias
naturales como las sociales pueden
hacer uso del mismo método para
desarrollar la investigación. De
acuerdo con Tejedor (1986), citado
por Dobles, Zúñiga y García (1998),
los científicos positivistas suponen
que se puede obtener un conocimiento
objetivo del estudio del mundo
natural y social. Para ellos las
ciencias naturales y las ciencias
sociales utilizan una metodología
básica similar por emplear la misma
lógica y procedimientos de
investigación similares.
Desde esta
perspectiva se considera que el
método científico es único y el
mismo en todos los campos del saber,
por lo que la unidad de todas las
ciencias se fundamenta en el método:
lo que hace a la ciencia es el
método con el que tratan los
“hechos”.
Como consecuencia de
lo anterior, podemos indicar,
siguiendo a Gutiérrez (1996), que
los positivistas buscan los hechos o
causas de los fenómenos sociales con
independencia de los estados
subjetivos de los individuos.
De acuerdo con
Dobles, Zúñiga y García (1998) el
positivismo se caracteriza por
postular lo siguiente:
1. El sujeto
descubre el conocimiento.
2. El sujeto tiene
acceso a la realidad mediante los
sentidos, la razón y los
instrumentos que utilice.
3. El conocimiento
válido es el científico.
4. Hay una realidad
accesible al sujeto mediante la
experiencia. El positivismo supone
la existencia independiente de la
realidad con respecto al ser humano
que la conoce.
5. Lo que es dado a
los sentidos puede ser considerado
como real.
6. La verdad es una
correspondencia entre lo que el ser
humano conoce y la realidad que
descubre.
7. El método de la
ciencia es el único válido.
8. El método de la
ciencia es descriptivo. Esto
significa, según Abagnaro, que la
ciencia describe los hechos y
muestra las relaciones constantes
entre los hechos, que se expresan
mediante leyes y permiten la
previsión de los hechos.
9. Sujeto y objeto
de conocimiento son independientes:
se plantea como principio la
neutralidad valorativa. Esto es: que
el investigador se ubique en una
posición neutral con respecto a las
consecuencias de sus
investigaciones.
Agregamos, siguiendo
a Soto y Bernardini (1980), que al
positivismo se le debe la ruptura
entre la filosofía y la educación, y
una concepción de la pedagogía
basada en las técnicas educativas.
A manera de
complemento y a la vez de resumen,
presentamos, siguiendo a Kolakowski
(1988), las cuatro reglas
fundamentales que conviene seguir,
según la doctrina positivista, a fin
de separar lo fundamental de lo
accesorio:
1. Primera regla: la
regla del fenomenalismo, que expresa
que no existe diferencia real entre
esencia y fenómeno.
2. Segunda regla: la
regla del nominalismo, por la cual
afirman que estamos obligados a
reconocer la existencia de una cosa
cuando la experiencia nos obliga a
ello.
3. Tercera regla:
que niega todo valor cognoscitivo a
los juicios de valor y a los
enunciados normativos.
4. Cuarta regla: la
fe en la unidad fundamental del
método de la ciencia. Se trata de la
certeza de que los modos de la
adquisición de un saber válido son
fundamentalmente los mismos en todos
los campos de la experiencia, como
son igualmente idénticas las
principales etapas de la elaboración
de la experiencia a través de la
reflexión teórica.
[1] Existe un grupo
de científicos a cuyo movimiento se
ha denominado “positivismo lógico”,
que además de promulgar los
principios generales del
positivismo, pretendieron incorporar
los descubrimientos de la lógica
contemporánea. Pensaban que el
simbolismo lógico desarrollado por
Frege, Peano y Russell les sería
útil, pero su actitud general era la
misma de Hume, indica Ayer (1978).
[2] Confróntese, por
ejemplo, a Kolakowsi (1988) o a
Urbina (2000).
[3] Se refiere al
llamado método científico que ha
sido característico de las ciencias
naturales.
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Revista Virtual,
Matemática Educación e Internet.
Derechos Reservados.
APÉNDICE 2
Documento: ciencia y
filosofía
por José A. de
Azcárraga, Catedrático de Física
Teórica, Universitat de València e
IFIC (CSIC-UVEG)
Documento: ciencia y filosofía
En el pasado, la
filosofía ha sido una fuente
esencial del conocimiento. Hoy, sin
embargo, no puede haber verdadera
filosofía al margen de la ciencia.
En el museo parisino
de Orsay, a orillas del Sena, se
puede contemplar una estatua de
ónice, malaquita, lapislázuli y
mármoles de color que esculpió
Louis-Ernest Barrias en 1899.
Impregnada del erotismo del Art
Nouveau, muestra a una joven que
desvela su belleza ante el
espectador. Su título, La Naturaleza
descubriéndose ante la Ciencia,
constituye una exaltación de la
ciencia triunfante y del positivismo
de la tercera república. Mucho
camino han recorrido la ciencia y la
filosofía desde entonces, sobre todo
en la primera mitad del siglo XX, y
el rápido avance de la primera
continúa hoy sin detenerse. Por el
contrario, y juzgando precisamente
desde una perspectiva histórica, la
filosofía no atraviesa hoy su época
de mayor esplendor.
Suele creerse que el
progreso, en general, es permanente.
Sin embargo, no es así: no es muy
arriesgado afirmar, por ejemplo, que
la arquitectura, la pintura o la
música han conocido tiempos mejores,
salvo que construir edificios cada
vez más altos, utilizar
extravagantes técnicas mixtas sobre
un lienzo o abusar de las
disonancias y la percusión
constituyan, per se, un progreso. Lo
mismo se podría decir de otras ramas
del arte o del conocimiento, entre
las que cabe incluir a la filosofía.
La constancia en el
progreso –por ahora– es privativa de
la ciencia (y de la tecnología).
Ello se debe, en buena parte, a lo
que el premio Nobel de física Eugene
P. Wigner llamaba en 1960
“irrazonable efectividad de las
matemáticas”, es decir, a la
sorprendente capacidad de éstas para
proporcionar el esquema lógico y de
cálculo que permite una comprensión
de la naturaleza cada vez más
precisa: ya dijo Galileo en Il
Saggiatore (1623) que la naturaleza
está escrita en lenguaje matemático,
lo cual, dicho sea de paso, confiere
a nuestra especie una enorme ventaja
evolutiva.
Este aumento del
poder predictivo y descriptivo de la
ciencia, de su efectividad,
contrasta con la escasa eficacia de
la filosofía para dar cuenta hoy,
según la escueta definición del
diccionario de la RAE, de “la
esencia, propiedades, causas y
efectos de las cosas naturales” y,
también, de nosotros mismos, de lo
que somos y de nuestras acciones.
--- ORIGEN DE LA
FILOSOFÍA
La afirmación
precedente puede sorprender, pero no
debe entenderse como una crítica a
la filosofía. También las
civilizaciones atraviesan un período
de esplendor antes de iniciar su
decadencia: a nadie asombra hoy la
desaparición del imperio romano,
pero es seguro que muchos de sus
ciudadanos contemplaron su caída con
estupor recordando glorias pasadas,
entre las que, no obstante, hubieran
podido hallar alguna de las causas
de su desplome.
De forma análoga es
más que posible que la filosofía,
debido a las circunstancias en las
que nació, llevara en sí misma el
germen de sus futuras limitaciones.
En efecto, los sistemas filosóficos
clásicos surgieron exclusivamente
–no podía ser de otro modo– de la
pura reflexión e introspección del
filósofo, ambas inevitablemente
motivadas y condicionadas por lo que
podría llamarse su experiencia
vital, diferente para cada persona.
Esto explica la aparición de
distintos sistemas filosóficos según
las épocas, culturas y, por
supuesto, los propios filósofos. Esa
experiencia vital tiene dos
vertientes, social y natural,
resultado de nuestra interacción con
los demás seres humanos (incluyendo
educación y formación) y con la
naturaleza. Puesto que las ideas de
las personas dependen de su
experiencia vital –tanto más
acusadamente cuanto más estrecha es–
no es sorprendente que la filosofía
que construyeran dependiera de ella.
En su componente
natural (no social), la experiencia
vital ha estado, hasta hace bien
poco, severamente restringida por
las limitaciones de nuestros
sentidos. Sólo desde Galileo, en el
siglo XVII, éstos han sido
complementados por instrumentos
capaces de percibir aspectos de la
naturaleza antes inalcanzables e
insospechados, por lo que cabe decir
que la filosofía tradicional ha
ignorado aspectos esenciales de
aquélla.
Por otra parte, la
componente humana y social de la
experiencia vital siempre estuvo
presente en la génesis de la
filosofía, pero también aquí ha sido
ajena, en gran parte, al
conocimiento científico. Los
sucesores de Platón y Aristóteles
deben –o deberían– enfrentarse hoy
con los rudimentos de la fisiología,
la etología, la psicología
evolutiva, las redes neuronales, y
quién sabe si hasta con la física
cuántica –como, por ejemplo, intentó
en España Xavier Zubiri en los años
treinta– para abordar algunos
aspectos del conocimiento y de la
naturaleza humana. Por ello, toda
filosofía que ignore en la
actualidad lo que en tiempos de
Isaac Newton se llamaba filosofía
natural (recuérdese el título de la
obra magna de Newton, Philosophiae
Naturalis Principia Mathematica,
1687), o las ideas que surgieron con
The origin of species by means of
natural selection (1859) de Charles
Darwin, corre el riesgo de ser
irrelevante o reducirse,
simplemente, a historia de la
filosofía, y esto dicho en el
sentido menos favorable de la
afirmación de Hegel según la cual
“la filosofía es el estudio de su
propia historia”.
En los albores del
siglo XXI, cuando se puede discutir
con rigor sobre el origen y
evolución del universo, la aparición
de la vida o indagar si existe fuera
de nuestro planeta, cuando se conoce
el mecanismo –las mutaciones
genéticas y la selección natural– de
la aparición y evolución de las
especies, cuando ya se tiene un
borrador completo del genoma humano,
cuando algunos aspectos de la ética
del comportamiento pueden analizarse
también desde una perspectiva
biológica por medio de la
sociobiología, cuando se sabe que
incluso ciertas comunidades de
primates y mamíferos acuáticos
poseen rudimentos de cultura, cuando
la investigación sobre los procesos
cerebrales y de adquisición de
conocimientos empieza a despegar,
cuando se habla incluso de
“neuroteología”, no cabe ya la sola
reflexión e introspección.
Creo que fue el
filósofo, matemático y maestro de
Bertrand Russell, Alfred N.
Whitehead, quien afirmó que toda la
historia de la filosofía podría
reducirse a notas de pie de página a
los diálogos platónicos. La frase,
aunque exagerada, cobra su verdadero
sentido si recordamos que Platón
vivió hace 2.400 años. La filosofía
no puede, hoy, vivir de espaldas al
conocimiento científico, y menos
aún, tratar de relativizarlo en un
intento fútil de retener un espacio
privilegiado o protegido, que es lo
que, en el fondo, han intentado
algunos filósofos postmodernos con
sus críticas desmesuradas a la
racionalidad y objetividad de la
ciencia. La filosofía debe estar,
hoy, unida a la ciencia. La ciencia
nos ayuda a comprender cómo son las
cosas, no cómo nos parecen o
desearíamos que fueran, y por tanto
es, a largo plazo, más inmune a
nuestras preconcepciones, filias y
fobias.
De la misma forma
que nuestros sentidos no están
preparados para observar fenómenos
relativistas o cuánticos (nuestra
experiencia personal es
inevitablemente newtoniana y
clásica, no relativista ni
cuántica), y por tanto necesitan de
la experimentación para poder
observar la naturaleza tal como es,
la experiencia vital a la que me
refería antes no incluye el
conocimiento científico, y por tanto
es insuficiente para un pensamiento
filosófico actual. Por ello, y
rememorando el universalismo del
renacimiento, la filosofía del siglo
XXI deberá incluir en su bagaje el
conocimiento científico o no será
filosofía, es decir, amor a la
sabiduría.
Decía Einstein que
“en estos tiempos materialistas en
que vivimos, la única gente
profundamente religiosa son los
investigadores científicos serios”.
Quizá se podría afirmar también que
los auténticos filósofos de hoy son
los que no ignoran la perspectiva
científica. Pues, parafraseando a
Ludwig Wittgenstein –aunque sea
fuera de contexto– “sobre lo que no
se puede hablar es mejor guardar
silencio”. Y no deja de ser curioso
que, también etimológicamente,
matemáticas signifique conocimiento.
--- UN FAMOSO
DEBATE: POPPER VS. WITTGENSTEIN
Wittgenstein, que
suscitaba entre sus discípulos una
devoción casi propia del líder de
una secta, sostenía que no había
verdaderos problemas filosóficos,
sino sólo dificultades lingüísticas
que había que desentrañar para poder
establecer los límites del
pensamiento conceptual inteligible,
y así lo expresó en su Tractatus
logico-philosophicus (1921).
Su compatriota Karl
Popper, vienés como él, pero más
joven, sostenía por el contrario que
sí había genuinos problemas
filosóficos; entre otros, la propia
tesis de Wittgenstein. Así lo
defendió Popper en la única ocasión
en la que se enfrentó a su oponente,
en un tormentoso debate que tuvo
lugar en el King’s College de
Cambridge en 1946, cuando
Wittgenstein era allí profesor de la
universidad y Popper de la London
School of Economics. A la
conferencia de Popper asistió
Bertrand Russell, antiguo mentor de
Wittgenstein: éste, excitado,
acosado por Popper y quizá
reprendido por Russell, acabó
saliendo airadamente del salón sin
responder a las críticas. El ambiguo
legado filosófico de Wittgenstein
–hay, incluso, dos Wittgensteins
diferentes: el de la primera y el de
la segunda época– subyuga todavía:
es curiosa la fascinación que
ejercen los textos esotéricos, como
si su oscuridad fuera garantía de
validez (algo que sucede también con
los de muchos filósofos
postmodernos, aunque Wittgenstein
renegaría de todo posible
parentesco).
Decía Ortega y
Gasset que la claridad es la
cortesía de los filósofos. Pese a su
evidente descortesía, Wittgenstein
es considerado como uno de los
grandes filósofos de todos los
tiempos. No obstante, creo que la
influencia de las ideas de Popper,
muchas ya asimiladas y por ello no
siempre recordadas como suyas,
permiten considerarlo hoy como
vencedor del famoso debate de 1946.
Por lo que se
refiere a la ciencia, Popper,
defensor de su racionalidad,
consideraba que ésta es
probablemente la única actividad
humana en la que los errores son
criticados sistemáticamente y,
finalmente, corregidos. La
refutación de las teorías por medio
de la observación de la naturaleza y
de la experimentación constituye la
esencia, y la garantía de éxito, del
método científico. Una teoría que no
es refutable tiene muy escaso valor:
tan poco, que ni siquiera es falsa.
En un momento dado
puede haber más de una descripción o
teorías científicas compitiendo
entre sí, pero, a la larga, la
experimentación decidirá a favor de
alguna de ellas u otra nueva. La
naturaleza, que carece de prejuicios
o ideología, es el juez frío e
imparcial que, aunque sea a largo
plazo, determina la posible
supervivencia de una teoría. Por eso
la ciencia es universal: es
compartida con independencia de la
cultura, condición e inclinaciones
políticas, religiosas o filosóficas
de los científicos. Esta
característica de la ciencia la
hace, realmente, única.
--- SUBSTRATO
FILOSÓFICO DE LAS TEORÍAS
CIENTÍFICAS
Por supuesto, las
teorías científicas pueden tener, en
su origen, una inspiración
filosófica, pero lo importante no es
lo que las inspiró, sino su poder
explicativo y predictivo así como su
acuerdo con la experiencia, que es
el que determina su selección y
eventual supervivencia. Por ejemplo,
el mecanicismo de Descartes influyó
en Newton, y después en la teoría
del electromagnetismo de Michael
Faraday y de James Clerk Maxwell
(1864), pero el lastre que suponía
el éter desapareció de la física al
llegar la teoría de la relatividad
especial de Einstein en 1905 y la
noción de la propagación del campo
electromagnético en el vacío.
La teoría de la
relatividad dio también al traste
con las ideas de Immanuel Kant en el
siglo XVIII sobre el espacio y el
tiempo, que suponían su existencia
previa en nuestras mentes; hoy en
día sabemos, de acuerdo con la
teoría de la relatividad general de
Einstein, que la propia geometría
del espacio-tiempo está íntimamente
ligada a la distribución de materia
en el universo. El espacio-tiempo
(de Riemann) toma parte en los
acontecimientos físicos: la
relatividad general es la dinámica
de la geometría.
De forma análoga, es
posible que el pesimismo del antiguo
estudiante de matemáticas Ostwald
Spengler contribuyera a crear un
clima revolucionario que favoreciese
las ideas de Hermann Weyl, Erwin
Schrödinger, Werner Heisenberg o
Kurt Gödel, todos ellos de habla
germana. Spengler publicó en julio
de 1918, poco antes del colapso del
frente occidental, Der Untergang des
Abendlandes (La decadencia de
Occidente, traducida en España por
García Morente en 1927). Para
Spengler, la física occidental había
alcanzado el límite de sus
posibilidades y requería cambios
radicales.
Aunque la influencia
de la filosofía histórica de
Spengler en Alemania fue enorme –se
hicieron sesenta ediciones del libro
en ocho años– es seguro que los
avances revolucionarios de
Schrödinger y Heisenberg en la
física (1925) o de Gödel en las
matemáticas (1931) se habrían
producido igualmente. Por lo demás,
pocos estudiantes de física o
matemáticas han oído hoy hablar de
Spengler.
El positivismo
científico –la tesis de que la
ciencia sólo debe ocuparse de lo que
es directamente observable– entró en
la física en el siglo XIX de la mano
de otro vienés, el físico y filósofo
Ernst Mach, cuyas ideas y actitud
antimetafísica influyeron después
(como el Tractatus de Wittgenstein)
en los comienzos (1923) del Círculo
de Viena y en su “positivismo
lógico”.
El positivismo
influyó también en algunos de los
creadores de la mecánica cuántica,
como Heisenberg, en especial en el
análisis de sus relaciones de
indeterminación (1927), así como en
el Einstein de la primera época, en
la formulación de la teoría de la
relatividad especial. El positivismo
no está lejano del operacionalismo
de Percy W. Bridgman (The logic of
modern physics, 1927) según el cual
un concepto debe definirse a través
de la operación que ha de efectuarse
para contrastarlo; recuérdese la
insistencia einsteiniana en la
“definición operacional” de
simultaneidad en la relatividad
especial.
Después, Einstein
renegó del positivismo –y criticó a
Mach, “buen físico y pésimo
filósofo”– pero, una vez más, el
punto de vista filosófico es
completamente ajeno a la validez de
la relatividad o de la mecánica
cuántica. Una teoría de inspiración
puramente positivista fue la de la
matriz S analítica (S por scattering
o dispersión), propuesta por
Geoffrey S. Chew en los años 60 ante
ciertas dificultades de las teorías
de campos (la base de muchas teorías
de la física), y cuyo origen se
remonta al propio Heisenberg. Sin
embargo, las modernas teorías de
campos de Yang-Mills han superado
los problemas que motivaron la
búsqueda de alternativas, y hoy el
modelo estándar describe con mucha
precisión la física del microcosmos.
El resultado es que,
sin que nadie haya abogado por su
eliminación, el positivismo ha
dejado de influir en la física
moderna, que sigue por otros
derroteros: nada más ajeno al
positivismo que las actuales teorías
de supercuerdas o la teoría M, en
las que lo prometedor es su
estructura matemática –la
supersimetría– y la geometría
subyacente, puesto que nada es en
ellas, hasta ahora,
experimentalmente observable.
De hecho, las
teorías más avanzadas de la física
teórica actual siguen la línea
preconizada por Albert Einstein,
Paul A. M. Dirac y muchos otros,
según la cual el contenido
geométrico y la belleza matemática
de una teoría constituyen aspectos
importantes de la misma. Como dijo
proféticamente Dirac en 1931: “En
estos momentos existen problemas
fundamentales en la física teórica…
cuya solución requerirá una revisión
de nuestras ideas más drástica que
cualquier otra precedente.
Es muy probable que
estos cambios sean tan grandes que
esté más allá de la capacidad humana
tener las necesarias nuevas ideas
intentando formular directamente los
resultados experimentales en forma
matemática. Por ello, el trabajador
teórico deberá proceder en el futuro
de un modo más indirecto.
Actualmente, el método más potente
de progreso que se puede sugerir es
el uso de todos los recursos de la
matemática pura para intentar
perfeccionar y generalizar el
formalismo matemático que configura
la base actual de la física teórica
y, tras cada éxito en esa dirección,
tratar de interpretar los nuevos
aspectos matemáticos en términos de
entidades físicas.” O, como dijo
Einstein en 1933: “Los conceptos y
principios fundamentales de la
física teórica son libres
invenciones del intelecto humano.”
La sola
experimentación es insuficiente para
encontrar las teorías que describen
adecuadamente la naturaleza.
Lejos queda, pues,
el célebre hypotheses non fingo, con
el que Newton manifestaba el
convencimiento (erróneo) de que
todos los ingredientes de su teoría
estaban directamente extraídos de la
experiencia, o incluso el
tradicional empirismo anglosajón,
representado especialmente por el
inglés John Locke, el escocés David
Hume y también, en buena medida, por
el irlandés George Berkeley y otros.
--- CIENCIA E
IDEOLOGÍA
Locke (An essay
concerning human understanding,
1690), Berkeley (A treatise
concerning the principles of human
knowledge, 1710), Hume (Enquiry
concerning human understanding,
1748), Russell (Human knowledge, its
scope and limits, 1948), Popper
(Logik der forschung, 1934), y
muchos otros, dedicaron buena parte
de sus esfuerzos al estudio del
conocimiento humano y a la
epistemología, a la que hicieron
importantes contribuciones.
Creo que a ninguno
de ellos le resultaría ajena la
afirmación de que la filosofía debe
adoptar la filosofía natural en la
más amplia expresión del término, es
decir, a la ciencia; de hecho, esta
premisa ha sido ya aceptada por
muchos filósofos, pasados y
actuales. Pero es igualmente cierto
que no podemos comprender muchos
aspectos de la historia de la
ciencia ignorando el pensamiento
filosófico. Por ejemplo, las ideas
de los atomistas sólo tienen hoy
interés histórico, pero los versos
822-857 contra las causas finales
que en el siglo I aC escribió en De
rerum natura el romano Tito
Lucrecio, popularizador de las ideas
de los griegos Demócrito y Epicuro,
no han perdido un ápice de su fuerza
y convicción. Y éste no es un
problema menor: la cuestión del
finalismo ha sido determinante para
la ciencia en muchos momentos, hasta
que ha sido apartado por la teoría
darwiniana de la evolución, aún hoy
ocasionalmente considerada con
hostilidad precisamente por ese
hecho.
Como variante del
finalismo puede juzgarse la visión
de Gottfried W. Leibniz, que en el
siglo XVII afirmaba que vivimos en
el mejor de los mundos posibles,
apreciación que fue satirizada sin
piedad por François Marie Arouet,
Voltaire, en el Cándido (1759). Sin
embargo, esa visión también subyace
en la formulación del principio de
mínima acción de Pierre Louis de
Maupertius, que a mediados del siglo
XVIII lo formuló como expresión
matemática del sentido en el que el
mundo era “mejor”, y con el
propósito de dar a la física una
base teleológica. Hoy, los
principios de acción constituyen uno
de los pilares de la física moderna,
pero ya desprovistos de ese ropaje
filosófico.
Otra preconcepción,
que como el finalismo tiene
componentes filosóficas y
religiosas, y que no es del todo
ajena a él, es el antropocentrismo.
En cierta medida, el progreso de la
ciencia puede medirse por su
progresivo abandono, primero con el
triunfo del copernicanismo (la
Tierra, nuestro planeta, no es el
centro del universo) y después,
también, con la teoría de la
evolución: la nuestra es una especie
más, sometida a los mismos avatares
evolutivos que el resto de las
especies y no –ignorando algunas
pretensiones del principio antrópico
en cosmología y los posibles efectos
del fenómeno de convergencia
evolutiva– la consecuencia final e
inevitable de la evolución.
La naturaleza acaba
imponiendo su criterio: es como es,
no como quizá desearíamos que fuera.
Lo mismo cabe decir de las
filosofías políticas: poco queda ya
vigente del materialismo dialéctico
de Marx, Engels, Lenin y Stalin,
pero nadie cuestiona la teoría de la
relatividad, que inicialmente tuvo
dificultades en la Unión Soviética
por su supuesto conflicto con aquél.
En general, la relación de la
ciencia con la filosofía, o con las
creencias dominantes en una época
dada, no ha sido fácil.
Pero al final, en
caso de conflicto, siempre ha
prevalecido la ciencia: así fue en
el caso de Galileo, con la
resistencia inicial a la teoría de
la evolución o con la encarnizada
persecución de los defensores de la
genética de Mendel y Morgan en la
Unión Soviética de Stalin. En mi
opinión, la razón es sencilla: las
creencias y las ideologías suelen
ser finalistas y antropocéntricas,
la naturaleza no; la naturaleza no
tiene ideología alguna, simplemente
es (aunque una cuestión interesante
es saber si podría ser también de
otra manera), y la ciencia
constituye, sencillamente, su
reflejo. Pues, como afirmó Einstein
en 1953, ante la crítica de un
académico soviético a la teoría de
la relatividad, “en el reino de los
buscadores de la verdad no existe
autoridad humana.
Quien quiera
desempeñar el papel de magistrado se
hundirá ante las carcajadas de los
dioses”. Tenemos el fascinante poder
de encontrar las leyes de la
naturaleza, y hasta el de usarlas en
nuestro propio perjuicio, pero no el
de cambiarlas. Y, como recuerda
Newton en la primera de las “reglas
para razonar en filosofía” que
enumera en el libro tercero de sus
Principia –curiosamente, sin
mencionar a Guillermo de Ockham,
quien estableció un criterio
parecido en el siglo XIV– “no
debemos admitir más causas de los
fenómenos naturales que las que a la
vez son ciertas y suficientes para
explicarlos”.
--- EL FUTURO DE LA
CIENCIA. NECESIDAD DE LA FILOSOFÍA
¿Hasta dónde puede
llegar la ciencia en la descripción
de esos fenómenos naturales? La
ciencia es uno de los mayores y
sorprendentes triunfos del intelecto
humano. Por eso la cuestión
fundamental es si nuestro cerebro,
grande pero limitado al fin, es
potencialmente capaz de encontrar la
teoría del todo. Ésta es una
pregunta difícil, porque nuestra
capacidad cognitiva puede muy bien
resultar insuficiente para
aprehender el universo que nos
rodea: tampoco cabe esperar que la
inteligencia de los chimpancés baste
para comprender la teoría de la
relatividad.
Quizá nuestra mente
no pueda abarcar la naturaleza en su
conjunto, aunque no hay que
minusvalorar la creciente capacidad
de aprendizaje de los ordenadores.
Podría ser, incluso, que la
consciencia fuera una parte esencial
de toda descripción coherente del
universo, Por otra parte, tampoco es
seguro que exista esa teoría del
todo. Yo me inclino a pensar que sí:
una respuesta negativa sería
equivalente, creo, a negar la unidad
y la propia consistencia interna del
universo. En cualquier caso, la
actitud científica debe ser de
permanente insatisfacción ante las
preguntas que aún no tienen
respuesta y de curiosidad por
conocerla.
El siglo XX ha sido,
entre otras cosas, el siglo de la
ciencia, que ha probado ser una
fuente esencial de conocimiento
sobre el universo y sobre nosotros
mismos. Según la definición de la
RAE antes citada, no cabe duda de
que la ciencia es también filosofía.
Pero, paralelamente, para comprender
la ciencia y su historia, para
conocer la evolución del pensamiento
humano del que aquélla es una parte
esencial, para ser hombres de
nuestro tiempo y no convertirnos en
los bárbaros especialistas que
criticaba Ortega, es conveniente
conocer la filosofía y su historia.
Por otra parte, si
bien la ciencia puede ayudarnos a
comprender el origen de algunos
aspectos de la ética, es obvio que
no puede determinarla ni abarcar sus
múltiples facetas. Por todo ello,
nuestra deuda con los grandes
pensadores –en nuestro lenguaje, en
nuestras ideas, hasta en lo que
somos– es enorme, y conocerlos es la
mejor forma de rendirles el debido
reconocimiento. El excelente libro
de M. A. Sanchis, Filosofía griega y
Ciencia moderna (ediciones ACDE,
2002), cuya aparición ha motivado
este ensayo, nos puede ayudar en
este empeño. El libro, ajeno a la
tradicional dicotomía entre las
culturas científica y humanista
–ambas son parte de una única
cultura– es una amena e instructiva
introducción al pensamiento
filosófico y a la epistemología,
incluida la de la ciencia actual.
El libro del
profesor Sanchis será un seguro
compañero en ese fascinante
reencuentro con la historia del
pensamiento filosófico y su relación
con la ciencia, y su autor,
científico activo de profesión y
humanista por vocación, un excelente
guía. Porque, en esta época de
cambio vertiginoso, en la que no es
fácil aventurar hacia dónde vamos,
bueno será saber, al menos, de dónde
venimos.
-
________________________________________
© MÈTODE.
Universitat de València
APÉNDICE 3
Criterios para la
Superación del
Debate Metodológico
"Cuantitativo/Cualitativo"
Miguel Martínez
Miguélez *
Universidad Simón
Bolívar
Resumen
Los métodos son vías
que facilitan el descubrimiento de
conocimientos seguros y confiables
para solucionar los problemas que la
vida nos plantea. Este ensayo,
partiendo de una distinción
semántica de los términos
"cualitativo" y "cuantitativo", y
después de ilustrar brevemente la
naturaleza ontológica de las
realidades que componen nuestro
mundo y la naturaleza de las
matemáticas, trata de identificar
los criterios para elegir el método
más adecuado al emprender una
determinada investigación.
Concretamente,
señala siete criterios utilizando
como elementos alternos diacríticos,
posibles objetivos de la
investigación, los siguientes: (1)
magnitud o naturaleza del fenómeno,
(2) promedio o estructura dinámica,
(3) extensión nomotética o
comprensión idiográfica, (4)
descubrimiento de leyes o
comprensión de fenómenos humanos,
(5) adecuación del modelo teórico
con la estructura de la realidad,
(6) nivel de generalización, y (7)
la integración de lo cualitativo y
lo cuantitativo.
El estudio concluye
invitando a profundizar el trasfondo
epistemológico, donde está,
ordinarinariamente, la raíz de las
divergencias, y a adoptar una
metodología interdisciplinaria como
más apta para captar la riqueza y
complejidad que estudian las
ciencias humanas.
Abstract
Methods
are roads that facilitate the
discovery of sure and reliable
knowledge to solve the problems that
life raises to us. This essay,
departing from a semantic
distinction of the terms
"qualitative" and "quantitative",
and after illustrating the
ontological nature of the realities
that constitute our world and the
nature of mathematics, it tries to
identify the approaches to choose
the most appropriate method when
undertaking a certain inquiry. Most
concretely, it points out seven
approaches, using, as alternating
and diacritical elements, and
possible objectives of the
investigation, the following ones:
(1) magnitude or nature of the
phenomenon, (2) average or dynamic
structure, (3) nomothetical
extension or idiographical
understanding (4) discovery of laws
or understanding of human phenomena,
(5) congruence of theoretical
pattern with structure of reality,
(6) generalization level, and (7)
integration of the qualitative with
the quantitative. The study
concludes inviting to deepen on the
epistemological background, where
is, most frequently, the root of
divergences, and to adopt an
interdisciplinary methodology as
more capable to capture the wealth
and complexity that human sciences
study.
---------------------------------------------------------
En casi todas las
ramas y áreas de las Ciencias
Humanas está aumentando una
confusión y desconcierto en cuanto a
las aspiraciones y pretensiones de
validez de sus estrategias y
procedimientos metodológicos y, por
consiguiente, de sus conclusiones.
Por esto, el lector normal no
percibe una lógica demostrativa que
lo lleve desde los supuestos
aceptados por el investigador hasta
sus conclusiones finales. Ésta es la
razón por la cual conviene realizar,
periódicamente, una revisión
acuciosa de los procedimientos
epistemológicos y metodológicos,
rieles por los que caminan nuestras
disciplinas.
Descartes nos dice,
al principio de su Discurso del
Método (1974), que "la razón es por
naturaleza igual en todos los
hombres" (p. 28), y también se
plantea la pregunta de cómo o por
qué la misma razón produce la
"diversidad de nuestras opiniones".
La respuesta la ubica en el método:
"no viene de que unos seamos más
razonables que otros, sino del hecho
que conducimos nuestros pensamientos
por diversas vías y no consideramos
las mismas cosas" (ibídem).
La toma de
conciencia de estas diversas vías
por las cuales conducimos nuestros
pensamientos y el tratar de
considerar, en un momento
determinado, las mismas cosas es el
objeto de este estudio.
I. Distinción
semántica
El término
"cualitativo", ordinariamente, se
usa bajo dos acepciones. Una, como
cualidad: "fulano tiene una gran
cualidad: es sincero". Y otra, más
integral y comprehensiva, como
cuando nos referimos al "control de
calidad", donde la "calidad"
representa la naturaleza y esencia
completa, total, de un producto.
Cualidad viene del
latín qualitas, y ésta deriva de
qualis (cuál, qué). De modo que a la
pregunta por la naturaleza o esencia
de un ser: ¿qué es?, ¿cómo es?, se
da la respuesta señalando o
describiendo su conjunto de
cualidades o la calidad del mismo.
En sentido propio, filosófico,
también Aristóteles (1973) señala
que, "las acepciones de la cualidad
pueden reducirse a dos, de las
cuales una se aplica con mayor
propiedad y rigor.
En efecto, en primer
lugar –añade–, cualidad es la
diferencia o característica que
distingue una sustancia o esencia de
las otras" (Metafísica, Libro 5,
Cap. 14: De la cualidad; edic. cit.,
pp. 970-971). Y en la Lógica hace
ver que la forma sintética de la
cualidad no puede reducirse a sus
elementos sino que pertenece
esencialmente al individuo y es la
que hace que éste sea tal o cual
(edic. cit., p. 221).
Igualmente, el
Diccionario de la Real Academia
define la cualidad como la "manera
de ser de una persona o cosa" (2ª
acepción). Y el Diccionario que
acompaña a la Enciclopedia Británica
dice que la cualidad "es aquello que
hace a un ser o cosa tal cual es"
(1ª acepción, entre 11).
Es esta acepción, en
sentido propio, filosófico, la que
se usa en el concepto de
"metodología cualitativa". No se
trata, por consiguiente, del estudio
de cualidades separadas o
separables; se trata del estudio de
un todo integrado que forma o
constituye una unidad de análisis y
que hace que algo sea lo que es: una
persona, una entidad étnica, social,
empresarial, un producto
determinado, etc.
De esta manera, la
investigación cualitativa trata de
identificar la naturaleza profunda
de las realidades, su sistema de
relaciones, su estructura dinámica,
aquella que da razón plena de su
comportamiento y manifestaciones. De
aquí, que lo cualitativo (que es el
todo integrado) no se opone a lo
cuantitativo (que es sólo un
aspecto) –confusión bastante
generalizada–, sino que lo implica e
integra, especialmente donde sea
importante.
II. Naturaleza de
las realidades de nuestro mundo
Ahora bien, bajo el
punto de vista ontológico, ¿cómo se
nos presenta la realidad, en
general, de nuestro universo?,
¿pueden reducirse los seres que nos
rodean a su dimensión extensional,
lineal, cuantitativa? Nuestro
universo está constituido
básicamente por sistemas no-lineales
en todos sus niveles: físico,
químico, biológico, psicológico y
sociocultural. "Si observamos
nuestro entorno, vemos que estamos
inmersos en un mundo de sistemas.
Al considerar un
árbol, un libro, un área urbana,
cualquier aparato, una comunidad
social, nuestro lenguaje, un animal,
el firmamento, en todos ellos
encontramos un rasgo común: se trata
de entidades complejas, formadas por
partes en interacción mutua, cuya
identidad resulta de una adecuada
armonía entre sus constituyentes, y
dotadas de una sustantividad propia
que transciende a la de esas partes;
se trata, en suma, de lo que, de una
manera genérica, denominamos
sistemas" (Aracil, 1986, p. 13). Por
esto, von Bertalanffy (1981) firma
que, desde al átomo hasta la
galaxia, vivimos en un mundo de
"sistemas" (p. 47).
En un "sistema" se
da un conjunto de unidades
interrelacionadas de tal manera que
el comportamiento de cada parte
depende del estado de todas las
otras, pues todas se encuentran en
una estructura que las interconecta.
Esta organización y comunicación
desafía la lógica tradicional,
reemplazando el concepto de energía
por el de información, y el de
causa-efecto por el de estructura y
realimentación.
En los seres vivos,
y sobre todo en los seres humanos,
se dan estructuras de un altísimo
nivel de complejidad, las cuales
están constituidas por sistemas de
sistemas cuya comprensión desafía la
agudeza de las mentes más
privilegiadas.
Según el físico
Fritjof Capra (1992), la teoría
cuántica demuestra que las
partículas de todo átomo se componen
dinámicamente unas de otras de
manera autoconsistente, y, en ese
sentido, puede decirse que
"contienen" la una a la otra, que se
"definen" la una con la otra.
En el campo de la
biología, Dobzhansky (1967) ha
señalado que el genoma, que
comprende tanto genes reguladores
como operantes, trabaja como una
orquesta y no como un conjunto de
solistas. También Köhler (1920, para
la psicología) solía decir que "en
la estructura (sistema) cada parte
conoce dinámicamente a cada una de
las otras" (p.180). Y Ferdinand de
Saussure (1954, para la lingüística)
afirmaba que el significado y valor
de cada palabra está en las demás,
que el sistema es una totalidad
organizada, hecha de elementos
solidarios que no pueden ser
definidos más que los unos con
relación a los otros en función de
su lugar en esta totalidad.
Si la significación
y el valor de cada elemento de una
estructura dinámica o sistema está
íntimamente relacionado con los
demás, si todo es función de todo, y
si cada elemento es necesario para
definir a los otros, no podrá ser
visto ni entendido "en sí", en forma
aislada, sino a través de la
posición y de la función o papel que
desempeña en esa estructura dinámica
o sistema.
En los seres vivos
se da una organización de sistemas
de sistemas de sistemas imbricados
en varios niveles (físicos,
químicos, neurofisiológicos,
psicológicos, etc.) cuya comprensión
requiere el descubrimiento de un
paradigma epistemológico adecuado
que, evidentemente, no será nada
simple. Edgar Morin, en su obra El
método: la vida de la vida (1983),
trata de una "auto
(geno-feno-ego)-eco-re-organización"
y utiliza 527 páginas para explicar
el aporte y significado, en la
organización vital, de cada uno de
estos factores: autonomía (en el
nivel genotípico, fenotípico e
individual), unidad ecológica y
capacidad de renovación.
III. Naturaleza de
la matemática, según Descartes,
Heidegger y Hegel
La matemática, en
cuanto ciencia formal, tiene la
misión de desarrollar y construir
estructuras formales. Y su intención
última, aplicada, es que esas
estructuras lógico-formales sirvan
para representar las realidades de
nuestro universo, ya sean físicas,
concretas y empíricas, inmateriales
o de otra naturaleza. Por otra
parte, puede muy bien afirmarse que
la realidad ya tiene determinadas
estructuras. Por esto, no sabemos
con seguridad cuáles de las
estructuras captadas por la mente
son las que corresponden a la
realidad en sí y cuáles son debidas
a nuestro pensamiento lógico-formal
en su intento de configurar,
estructurar e informar esa realidad.
Descartes
(1897-1910), profundo cultivador de
la matemática, quedó impresionado
por el contraste que se daba entre
esta ciencia y la filosofía: el
campo filosófico era discorde,
desunido, controvertido e incierto;
en la matemática, en cambio, no
había discordia alguna, sino certeza
y unanimidad plena. Por ello,
Descartes desea reconstruir todo el
saber según un método análogo al de
las matemáticas, con una especie de
"matemática universal" (su mathesis
universalis), con un método
deductivo, y que considera la
extensión como el verdadero ser de
la sustancia corpórea que llamamos
"mundo".
En este sentido, la
realidad corpórea admitida por
Descartes (ibídem) sólo presenta
aspectos cuantitativos: es pura
cantidad, dimensión, extensión; sin
cualidad alguna, ni estática, ni
dinámica; sin energía, sin fuerza,
sin potencia: inerte. Aun las
plantas y los animales quedan
reducidos a transformadores del
movimiento mecánico, a máquinas (la
bête machine). Y lo mismo piensa del
hombre en cuanto cuerpo, como res
extensa, no en cuanto espíritu, res
cogitans.
Lógicamente –en la
mente de Descartes– el método para
el estudio de esta realidad, que era
la única realidad física existente,
es el método de la matemática y, más
concretamente, el de la geometría.
Heidegger (1974),
analizando estos razonamientos de
Descartes, puntualiza que "deja sin
dilucidar el sentido del ser
encerrado en la idea de
substancialidad y el carácter de
‘universalidad’ de esta
significación"; que, además, "afirma
expresamente que la substancia (...)
es en principio inasequible en sí y
por sí (...), y con ello renuncia
radicalmente a la posibilidad de
plantear los problemas del ser
(...), ocultando una falta de
señorío sobre el fundamental
problema del ser" (pp. 108-9).
Siguiendo con su
exégesis, Heidegger añade que
"Descartes da una errada definición
ontológica del mundo (...), y no se
deja dar por los entes intramundanos
la forma de ser de éstos, sino que,
basándose en una idea del ser de
origen no desembozado y de
legitimidad no comprobada (ser =
constante "ser ante los ojos"),
prescribe al mundo su ‘verdadero’
ser". Ahora bien, se pregunta
Heidegger, ¿cuál es la forma
adecuada de acceso a un ente
definido como pura extensión? Y
responde: "el único y genuino acceso
a este ente es el conocimiento en el
sentido físico-matemático" (ibídem,
pp. 110-111).
De aquí, la idea de
Descartes de una "mathesis
universalis" como la ciencia por
excelencia para el estudio de todo
tipo de realidades extensas.
Según Hegel (1966),
en este tipo de conocimiento, en el
conocimiento matemático, "la
intelección es exterior a la cosa,
de donde se sigue que con ello se
altera la cosa verdadera. De ahí
que, aun cuando el medio, la
construcción y la demostración
contengan sin duda proposiciones
verdaderas, haya que decir también
que el contenido es falso (...).
La evidencia de este
defectuoso conocimiento de que tanto
se enorgullece la matemática se basa
exclusivamente en la pobreza de su
fin y en el carácter defectuoso de
su materia (...). Su fin o concepto
es solamente la magnitud, que es
precisamente una relación inesencial
y aconceptual (...), pues la materia
acerca de la cual ofrece la
matemática un tesoro grato de
verdades es el espacio (...), un
espacio muerto, pues lo real no es
algo espacial, a la manera como lo
considera la matemática; ni la
intuición sensible concreta ni la
filosofía se ocupan de esa
irrealidad propia de las cosas
matemáticas" (pp. 29-33).
Al comparar las
posiciones y juicios tan
contrastantes sobre la matemática,
de hombres tan eminentes como
Descartes, Heidegger y Hegel, no
cabe menos que pensar que Descartes,
en sintonía con el enfoque de toda
su doctrina y aun siendo un pensador
profundo, se centra casi
exclusivamente en el problema de la
certeza (cogito, ergo sum; ideas
claras y distintas; método deductivo
matemático), y sacrifica la
complejidad de la naturaleza de los
seres (reducción de los fenómenos
vegetativos y, más aún, de los
sensitivos, sobre todo, humanos, al
mecanicismo puro) en aras de esa
certeza.
Los filósofos
germanos, en cambio, profundizan
mucho en la naturaleza íntima del
ser de los entes y su modo de
comportarse e interactuar con el
resto de las realidades de nuestro
"mundo" y, especialmente, con el ser
humano.
La ilusión de
Descartes por conseguir una ciencia
universal ha animado a muchos
pensadores y su sueño de unas
matemáticas universales no ha
llegado aún al ocaso, a pesar de la
crítica profunda que señala la
incapacidad de reducir lo
cualitativo y lo sistémico a lo
puramente cuantitativo. Sin embargo,
sabemos que los métodos
cuantitativos dan excelentes
resultados y son muy eficientes
cuando son aplicados con plena
sintonía y adecuación con la
naturaleza de su objeto de estudio o
investigación.
IV. Criterios para
la elección del método más adecuado
La complejidad de
esta parte, donde entran a un mismo
tiempo los aspectos ontológicos,
epistemológicos y metodológicos,
requeriría hablar de muchas cosas
simultáneamente, lo cual es
imposible. Por eso, al examinar una
cara de esta poliédrica realidad,
trataremos de no olvidar las otras.
En esta empresa nos
ayudará el pensamiento de
Aristóteles que nos advierte (en la
Lógica) que el ser nunca se da a sí
mismo como tal (y, menos, en su
plenitud), sino sólo por medio de
diferentes aspectos o categorías. Es
decir, que es necesario un estudio
reiterado para captar la riqueza del
ser y, aún así, nunca agotaremos su
plenitud de significados. El orden
de la exposición de estos criterios
no implica prioridad ni el rango de
su importancia; esto dependerá de
cada situación particular.
4.1 ¿Se busca la
magnitud o la naturaleza del
fenómeno?.
Aquí nace lo que
pudiéramos considerar un criterio
sobre el nivel de adecuación y
propiedad para el uso de las
técnicas cuantitativas, en general,
y, de los modelos matemáticos, más
en particular. Hay realidades, cuya
naturaleza se reduce básica y
esencialmente a la extensión
(magnitud, cantidad, espacio), como
es, por ejemplo, el estudio de la
realidad objeto de la geometría. El
espacio en sus tres dimensiones
define ahí esencialmente el objeto
en su plenitud.
Lo mismo se podría
decir, en el campo de la aritmética,
del manejo y cálculos numéricos del
dinero, donde no hay diferencia
esencial entre el concepto
abstracto, por ejemplo, de un dólar,
o un peso o un franco (o cien), y su
realidad concreta: ahí, la magnitud
de una cantidad lo dice todo, por
donde quiera que se le mire. En
estos casos, pudiéramos juzgar que
los modelos cuantitativos tienen un
nivel de adecuación casi perfecto
con el objeto.
Igual apreciación se
podría hacer de otras realidades
mucho más complejas, objeto de
estudio de otras disciplinas como
las ciencias de la vida y las
ciencias humanas, cuando el área
específica de interés estudiada se
puede desligar o descontextualizar
del resto sin desnaturalizarlas. Así
sucede cuando queremos conocer, por
ejemplo, la intención del voto de
una población, y no nos interesa
nada más de esas personas, fuera,
quizá, de una discriminación por
sexo, edad, nivel socioeconómico,
etc. Y una situación similar
tendríamos en muchos otros estudios
realizados a través de las técnicas
estadísticas.
En general,
podríamos señalar, como una especie
de referente clave, que la
matemática trabaja bien con objetos
constituidos por elementos
homogéneos y pierde su capacidad de
aplicación en la medida en que éstos
son de naturaleza heterogénea, donde
entra en acción lo cualitativo.
4.2 ¿Se desea
conocer un promedio o una estructura
dinámica?
Un proyecto de
investigación debe preguntarse
también, y sobre todo, si su
objetivo es la búsqueda del promedio
y variación de una o más variables
en muchos sujetos y la relación
entre esas variables, o si, en
cambio, intenta descubrir la
estructura organizativa, sistema
dinámico o red de relaciones de un
determinado fenómeno más complejo.
Si se busca lo
primero, como, por ejemplo, la
estatura y peso medios en una
población, sus niveles de azúcar,
calcio o colesterol en la sangre,
sus preferencias políticas, la
intención preelectoral del voto o la
opinión y juicio más comunes y
generalizados sobre un tópico, se
hará a través de una muestra
representativa de sujetos de acuerdo
con las técnicas cuantitativas del
muestreo.
Si, por el
contrario, lo que se desea es
descubrir la estructura compleja o
sistema de relaciones que conforman
una realidad psíquica o social
humana, como, por ejemplo, el nivel
de autoestima, el rechazo escolar,
la calidad del rendimiento, el clima
educativo familiar, la eficiencia de
una empresa, la buena marcha de una
organización, de un gobierno, etc.,
habrá que partir no de elementos
aislados, ya que perderían su
verdadero sentido, sino de la
realidad natural en que se da la
estructura completa, es decir, de
casos o situaciones ejemplares o
paradigmáticos: situaciones más
representativas y típicas,
estudiadas cualitativamente a fondo
en su compleja realidad estructural.
En las ciencias del
comportamiento, y en las ciencias
humanas en general, ésta es la
situación más común, ya que lo que
da sentido y significado a cada
elemento o constituyente es la
estructura en que se encuentra y la
función que desempeña en ella.
Un error frecuente y
grave consiste en pretender llegar
al conocimiento de estructuras
estudiando elementos en muestras
aleatorizadas y sometiendo los
"datos" a un tratamiento
estadístico, donde los elementos de
un individuo quedan mezclados con
los de todos los demás en una
especie de trituradora ciega. Lo
único que puede salir de ahí es una
especie de "fotografía compuesta",
algo que es fruto de esas
matemáticas de la cuales decía
Einstein que "en la medida en que
son ciertas no se refieren a la
realidad y en la medida en que se
refieren a la realidad no son
ciertas" (Davies, 1973, p. 1).
Nuestras hemerotecas
están llenas de revistas con
investigaciones cuyos resultados son
contradictorios por haber sido
realizados siguiendo esos
procedimientos.
Por otra parte, es
necesario tener muy en cuenta que
una estructura individual o
universal nunca podrá ser inducida
del estudio de elementos aislados en
muchas personas, del mismo modo que
no podemos conocer la fisonomía
típica de una determinada raza
humana estudiando de manera separada
los ojos, la boca, la nariz, etc.,
sin ver nunca su red de relaciones
en conjunto. Por ese camino ni
siquiera reconoceríamos a nuestro
mejor amigo. Es precisamente esa
"red de relaciones" la que hace que
un rostro o una raza sean diferentes
de los demás.
Si el investigador
–poniendo un ejemplo sencillo–
quisiera conocer el promedio del
tamaño de la mano humana en una
determinada población, o la relación
que hay entre el tamaño de la mano y
la longitud del pie, debería usar
una muestra aleatoria o
representativa de esa población. Si,
en cambio, lo que desea es conocer
la estructura y organización
dinámica de la mano humana (sus
nervios, músculos, venas, huesos,
tendones, etc., y su función) deberá
escoger una o varias personas más
representativas (que no tengan nada
que las haga ver atípicas) y
estudiar de manera profunda cada
caso.
Asimismo, si se
desea conocer, por ejemplo, los
factores que más se repiten en el
fenómeno del "rechazo escolar" que
sienten muchos niños en edad
preescolar, habrá que estudiar una
muestra representativa de la
población en cuestión; si, por el
contrario, se desea saber la
estructura interna, patrón
estructural o el sistema dinámico,
en la personalidad del niño, que
origina lo que llamamos "rechazo
escolar", será necesario estudiar
unos cuantos casos típicos a fondo;
de un estudio como éste se podrá,
tal vez, concluir que los factores
son sumamente variados en cada caso
y pueden crear desconcierto, sobre
todo en los estudios superficiales,
pero la estructura interna en que
intervienen es básicamente la misma.
En consecuencia,
para llegar a la identificación de
una estructura humana (psíquica o
social) más o menos generalizable,
debemos localizar primero esa
estructura en individuos o
situaciones particulares mediante el
estudio y la captación de lo que es
esencial o universal, lo cual es
signo de lo necesario. Lo universal
no es aquello que se repite muchas
veces, sino lo que pertenece al ser
en que se halla por esencia y
necesariamente. La captación de esa
esencia depende más de la agudeza
intelectual que del uso de técnicas.
Tanto Aristóteles
como el mismo Francis Bacon
entendían por inducción, no tanto la
inferencia de leyes universales a
partir de la observación de muchos
casos particulares, sino un método
mediante el cual llegamos a un punto
en el que podemos intuir o percibir
la esencia, la forma, o la verdadera
naturaleza de las cosas, que
encierra lo universal.
Se podría concluir
esta parte estableciendo el
siguiente principio: en la medida en
que el elemento o fenómeno a
estudiar pueda ser
descontextualizado de la estructura
o sistema personal o social sin que
pierda su esencia o desvirtúe su
naturaleza, las técnicas matemáticas
actuales pueden ser usadas
eficazmente; en la medida, en
cambio, en que el aspecto o fenómeno
que se va a estudiar forme parte
constituyente de la estructura
dinámica o queramos conocer el
sistema interno de esa realidad, los
métodos sistémico-cualitativos se
hacen indispensables.
4.3 ¿Se persigue la
extensión nomotética o la
comprensión idiográfica?
Conviene enfatizar
que cualquier estudio de
investigación sobre el ser humano,
ya sea tomado individualmente o en
grupos naturales, tendrá un carácter
que se ubicará entre lo idiográfico
y lo nomotético.
Un instrumento de
análisis útil para comprender este
carácter es el uso de los términos
comprensión-extensión en su sentido
filosófico: la comprensión es el
conjunto de notas, rasgos,
características, etc., de un
concepto; la extensión es el número
de individuos a quienes se puede
aplicar dicho concepto.
Es evidente que
estos dos términos son correlativos
e inversamente proporcionales: si
utilizamos conceptos o estructuras
cualitativos de alto nivel de
complejidad (muy comprensivos, muy
ricos de contenido) se aplicarán a
pocas personas, pues serán muy
individuales, muy idiográficos
(tendrán poca extensión); si, por el
contrario, los conceptos o
estructura son muy simples, con
pocas notas (poco comprensivos),
–como sucede frecuentemente cuando
se estudia una variable
cuantitativa–, se aplicarán a muchos
individuos, serán muy nomotéticos
(tendrán gran extensión).
Los fines de la
investigación y los intereses del
investigador determinarán en cada
situación cuáles son las opciones
mejores, es decir, qué nivel de
generalización (extensión) será el
más conveniente y, en consecuencia,
qué grado de significación
(comprensión) tendremos.
4.4 ¿Se pretende
descubrir "leyes" o comprender
fenómenos humanos?
Ilya Prigogine
(galardonado con el Premio Nobel en
1977) señala que si nosotros
pudiéramos definir la causa "plena"
y el efecto "completo", como ya dijo
Leibniz, nuestro conocimiento
alcanzaría la perfección de la
ciencia que Dios tiene sobre el
mundo, la ciencia de ese Dios que
"no juega a los dados" (según
Einstein; ver Bronowski, 1979, p.
256) o que conoce simultáneamente la
posición y la velocidad de una
partícula (según Planck; ibídem).
Pero, –se pregunta Prigogine (1988)–
¿podemos, hoy día, considerar esta
elección metafísica como el ideal
del conocimiento científico? ¿No es,
más bien, aceptar como ideal de
conocimiento el fantasma de un saber
despojado de sus propias raíces?
Igualmente, afirma que
la objetividad
científica no tiene sentido alguno
si termina haciendo ilusorias las
relaciones que nosotros mantenemos
con el mundo, si condena como
"solamente subjetivos", "solamente
empíricos" o "solamente
instrumentales" los saberes que nos
permiten hacer inteligibles los
fenómenos que interrogamos...; las
leyes de la física no son en manera
alguna descripciones neutras, sino
que resultan de nuestro diálogo con
la naturaleza, de las preguntas que
nosotros le planteamos... ¿Qué sería
el castillo de Krönberg (castillo
donde vivió Hamlet),
independientemente de las preguntas
que nosotros le hacemos? Las mismas
piedras nos pueden hablar de las
moléculas que las componen, de los
estratos geológicos de que
provienen, de especies desaparecidas
en estado de fósiles, de las
influencias culturales sufridas por
el arquitecto que construyó el
castillo o de las interrogantes que
persiguieron a Hamlet hasta su
muerte. Ninguno de estos saberes es
arbitrario, pero ninguno nos permite
esquivar la referencia a aquel para
quien estas preguntas tienen
sentido... (1988, pp. 39, 40, 121).
En las ciencias
humanas, sobre todo, para que un
saber no quede "despojado de sus
propias raíces", es decir, sin
sentido, deberá ser tomado en su
contexto humano pleno: con los
valores, intereses, creencias,
propósitos, sentimientos y demás
variantes que determinan su
existencia real y empírica en los
seres humanos. Esto era lo que Weber
y Dilthey entendían con el término
Verstehen (comprender lo humano),
por oposición a Erklären (explicar
reduciendo a leyes), que era más
adecuado para las ciencias
naturales. Para ellos, los hechos
sociales no eran cosas, como
pretendía Durkheim, pues el ser
humano entra como sujeto y objeto de
la investigación, y su comprensión
exige el enfoque de la hermenéutica.
En pleno rigor, la
"visión del ojo de Dios", o la
visión "desde ningún punto de
vista", es decir, la plena
"neutralidad" o la plena
"objetividad", como se pretendió con
la orientación tradicional
lógico-positivista, es simplemente
imposible; no podemos "salirnos de
nosotros mismos" o del mundo, y
conducir nuestras investigaciones
fuera de nuestra posición particular
en él; nuestra visión del mundo y
nuestro conocimiento del mismo están
basados inevitablemente en nuestros
intereses, valores, disposiciones y
demás.
Por ello, el
concepto de "ley" (mecanicista,
determinista), aplicado a las
realidades humanas, deberá ser
revisado y redefinido, para no
alimentar "ilusiones". Todo esto
implica que muchas realidades que
ordinariamente se consideraban aptas
para ser estudiadas con métodos
cuantitativos, son más complejas de
lo que se creía y, por lo tanto, su
estudio requerirá métodos de mayor
sintonía con su naturaleza, métodos
más integrales, sistémicos,
estructurales, es decir, de
naturaleza cualitativa.
4.5 Nivel de
adecuación entre el modelo
conceptual y la estructura de la
realidad
¿Qué nivel de
adecuación tiene nuestra matemática
actual para captar el tipo de
realidades que constituyen nuestro
universo? Nuestra matemática
funciona de acuerdo a reglas
convencionales preestablecidas e
inflexibles, y si no, no sería tal.
Estas reglas siguen, básicamente,
las leyes aditiva, conmutativa,
asociativa y distributiva aplicadas
a los elementos con que trabaja la
matemática. Ahora bien, por todo lo
señalado anteriormente, a los
"elementos" que constituyen las
estructuras dinámicas o sistemas no
se le pueden aplicar estas leyes sin
desnaturalizarlos, pues, en
realidad, no son "elementos
homogéneos", ni agregados, ni
"partes", sino constituyentes de una
entidad superior. Ya en la misma
estructura del átomo, por ejemplo,
el álgebra cuántica no permite
aplicar la ley conmutativa de
factores, es decir, que no es lo
mismo a*b que b*a (como no es lo
mismo una parcela de terreno de 10
m. de frente por 20 de fondo y una
de 20 m. de frente y 10 de fondo),
lo cual significa que el orden es
importante (Frey, 1972, p. 29); y
todos los entes de nuestro universo
se componen de átomos.
Esta situación
aumenta insospechadamente en la
medida en que ascendemos a niveles
superiores de organización y
complejidad, como son las realidades
estudiadas por la química, la
biología, la psicología, la
sociología y la cultura en general.
Cada uno de estos niveles nos exige
que conceptualicemos la materia que
estudian no como una substancia
fija, sino como procesos o sucesos
que se realizan en el tiempo, que
tienen una cuarta dimensión, la
temporal, que forman una gestalt
temporal, y que producen una nueva
realidad emergente que no se deduce
de los elementos previos, ni puede,
por consiguiente, ser estudiada por
la sola lógica deductiva.
La característica
esencial de la matemática, la que la
define totalmente es la propiedad
analítico-aditiva, que es la que
califica y define los aspectos
cuantitativos y a la cual se
reducen: todo se entiende, en esa
orientación, a través del concepto
básico de la aditividad; así, la
multiplicación es una suma
complicada, pero siempre una suma;
la exponenciación, otra forma de
multiplicación; los logaritmos son
una forma de exponenciación; la
resta, la división y las raíces son
las operaciones inversas de la suma,
multiplicación y exponenciación,
etc.
Todo, en fin, son
sumas más o menos complicadas, aun
cuando estemos aplicando técnicas
sofisticadas como las que usan el
cálculo integral y las ecuaciones
diferenciales (que trabajan con
diferencias de cantidades
infinitamente pequeñas): no hay nada
que sea esencialmente diferente de
la operación aditiva. Las cosas se
miden por su cantidad: siempre serán
preferibles 1.001 dólares a 1.000
dólares; para los valores
biológicos, en cambio, eso no es
válido: más calcio, más azúcar, más
vitaminas, más hormonas, más
temperatura, no son siempre
preferibles a menos calcio, menos
azúcar, menos vitaminas, menos
hormonas o menos temperatura. Todo
depende de los estados de los otros
componentes con que interactúan.
Pero todas las
técnicas multivariables –análisis
factorial, análisis de regresión
múltiple, análisis de vías, análisis
de varianza, análisis discriminante,
la correlación canónica, el "cluster
analysis", etc.– se apoyan en un
concepto central, el coeficiente de
correlación, que es como el corazón
del análisis multivariado. Y las
medidas para determinar la
correlación se toman a cada sujeto
por lo que es en sí, aisladamente:
las medidas, por ejemplo, para
calcular la correlación entre la
inteligencia de los padres y la de
los hijos, se toman a cada padre y a
cada hijo independientemente. El
coeficiente de esta correlación
representa, así, el paralelismo
entre las dos series de medidas.
El valor, en cambio,
de un "elemento" o constituyente de
un sistema o estructura dinámica, lo
determinan los nexos, la red de
relaciones y el estado de los otros
miembros del sistema: una misma
jugada, por ejemplo, de un
futbolista puede ser genial, puede
ser nula y puede ser también fatal
para su equipo; todo depende de la
ubicación que tienen en ese momento
sus compañeros y sus adversarios. La
jugada en sí misma no podría
valorarse. Lo que se valora,
entonces, es el nivel de sintonía de
la jugada con todo el equipo, es
decir, su acuerdo y entendimiento
con los otros miembros.
Igualmente, en una
orquesta de cien instrumentos, no
podemos medir ni valorar la
actuación de un flautista, o de
cualquier otro músico, fuera de su
entonación y sincronía con el resto
de la orquesta. La misma actuación
puede ser maravillosa o desastrosa,
dependiendo de la dimensión temporal
en que es ejecutada. Y, así, en
general, sucede con todos los
sistemas o estructuras dinámicas que
constituyen nuestro mundo: sistemas
atómicos, sistemas moleculares,
sistemas celulares, sistemas
biológicos, psicológicos,
sociológicos, culturales, etc.
En síntesis, todos
estos procedimientos matemáticos
siguen siendo fieles, o esclavos, de
las cuatro leyes fundamentales de la
matemática tradicional clásica, que
se reducen a la propiedad aditiva,
pero lo sistémico no es aditivo,
como tampoco es conmutativo,
asociativo o distributivo, ni sus
elementos se pueden medir previa o
aisladamente del resto de todos los
otros constituyentes.
Por ello, integrando
las ideas, podríamos decir que,
cuando una entidad es una
composición o agregado de elementos
(diversidad de partes no
relacionadas), puede ser, en
general, estudiada adecuadamente
bajo la guía de los parámetros de la
ciencia cuantitativa tradicional, en
la que la matemática y las técnicas
probabilistas juegan el papel
principal; cuando, en cambio, una
realidad no es una yuxtaposición de
elementos, sino que sus "partes
constituyentes" forman una totalidad
organizada con fuerte interacción
entre sí, es decir, constituyen un
sistema, su estudio y comprensión
requiere la captación de esa
estructura dinámica interna que la
caracteriza y, para ello, requiere
una metodología
estructural-sistémica.
Ahondando un poco
más, es necesario hacer énfasis en
el hecho de que la naturaleza íntima
de los sistemas o estructuras
dinámicas, su entidad esencial, está
constituida por la relación entre
las partes, y no por éstas tomadas
en sí, medidas en sí. Por esto, las
limitaciones actuales de las
técnicas matemáticas no son una
dificultad pasajera, superable con
una mayor sofisticación técnica;
constituyen una imposibilidad
esencial, una imposibilidad
conceptual y lógica, que no podrá
nunca superarse únicamente con más
de lo mismo, sino con algo
cualitativamente diferente.
Necesitaríamos unas
"matemáticas gestálticas" –como
señala Bertalanffy (1981, p. 34)–,
en las cuales lo fundamental no
fuera la noción de cantidad, sino
más bien la de relación, esto es, la
de forma y orden. De aquí, la
necesidad de un paradigma acorde con
la naturaleza estructural-sistémica
de casi todas nuestras realidades.
Es evidente, por
consiguiente, que no podemos aplicar
indiscriminadamente la matemática a
la totalidad de la realidad
empírica. Es más, como dice Frey
(1972, pp. 139-140), "la
aplicabilidad de la matemática a
nuestra realidad empírica siempre
queda limitada y circunscrita a una
pequeña parte de lo cognoscible
(...), ya que el matemático intenta
prescindir en el mayor grado posible
del significado ontológico de los
seres, fundamentando los números de
un modo estrictamente formalista".
A este respecto, y
refiriéndose a la Sociología, dice
muy bien Th.W. Adorno:
"Parece innegable
que el ideal epistemológico de la
elegante explicación matemática,
unánime y máximamente sencilla,
fracasa allí donde el objeto mismo,
la sociedad, no es unánime, ni es
sencillo, ni viene entregado de
manera neutral al deseo o a la
conveniencia de la formalización
categorial, sino que es, por el
contrario, bien diferente a lo que
el sistema categorial de la lógica
discursiva espera anticipadamente de
sus objetos.
La sociedad es
contradictoria, y sin embargo,
determinable; racional e irracional
a un tiempo; es sistema y es
ruptura, naturaleza ciega y
mediación por la consciencia. A ello
debe inclinarse el proceder todo de
la Sociología. De lo contrario,
incurre, llevada de un celo purista
contra la contradicción, en la más
funesta de todas: en la
contradicción entre su estructura y
la de su objeto" (en: Mardones,
1991, p. 331).
4.6 El objetivo de
la generalización
¿Es la
generalización un objetivo esencial
de toda investigación? En las
ciencias humanas, sobre todo, pero,
en general, en cualquier ciencia, se
ha ido valorando cada vez más, en
todos los ámbitos, la "verdad
local", la verdad de las soluciones
particulares, ligadas a una región,
una institución, una empresa, una
etnia, un grupo humano cualquiera,
e, incluso, una persona particular.
La postmodernidad ha
difundido la necesidad de este tipo
de sensibilidad epistemológica y
metodológica.
Pero el enfoque
metodológico clásico siempre se ha
preguntado: ¿cómo se puede
generalizar partiendo del estudio de
un solo caso o situación, o de muy
pocos? La generalización es posible
porque lo general sólo se da en lo
particular. No se trata de estudios
de casos, sino de estudios en casos
o situaciones, con el fin de captar
su estructura esencial o su patrón
estructural. Shakespeare, por
ejemplo, elabora un retrato de Lady
Macbeth que no se refiere únicamente
a una noble dama escocesa particular
que vivió en el siglo XI, sino que
es una admirable imagen universal de
la ambición y sus estragos.
Igualmente, García Márquez estudia y
describe una situación en Cien años
de soledad, donde capta lo universal
latinoamericano; y así han hecho
todos los clásicos: por eso son
"clásicos", porque trascienden los
lugares y los tiempos.
Piaget, por su
parte, estudiando a fondo varios
procesos mentales en sus propias
hijas, estructuró leyes de validez
universal que han sido consideradas
entre los aportes más significativos
de la psicología del siglo XX.
La lógica que aquí
se sigue, según Yin (1984, p.39), es
la misma que sigue el científico
experimental, al pasar de sus
resultados experimentales a la
teoría; en efecto –dice este autor–,
el científico experimental no escoge
experimentos "representativos";
sencillamente, realiza un
experimento, observa el fenómeno,
recoge datos, saca sus conclusiones
y teoriza.
Hoy día, los
principios holográficos abren
impresionantes alternativas al
criterio convencional de la relación
entre las partes y el todo. En la
técnica holográfica se divide un
rayo láser a través de espejos
semiplateados: parte de la luz es
reflejada por el espejo sobre el
objeto o escena que se va a
fotografiar, el cual, a su vez, la
refleja sobre la placa fotográfica;
el resto de la luz va directamente a
través del espejo sobre la placa;
cuando los dos rayos se unen en la
placa, interfieren y producen un
patrón.
Este "patrón de
interferencia" puede ser modulado,
como se hace con las ondas
radioeléctricas, para llevar
información. El hecho de que cada
punto del holograma reciba luz de
todas las partes del objeto, le
permite contener, en forma
codificada, la imagen completa del
objeto. Igualmente, se pueden grabar
varios centenares de imágenes en el
fragmento de película que ocuparía
una sola fotografía convencional, y
de tal modo que cada fragmento que
contenga la pauta de difracción
completa contiene también la
información de la totalidad. De esta
forma, si se rompe el holograma, con
cada uno de sus pedazos se puede
reproducir la imagen completa: el
todo está en cada parte y éstas, a
su vez, están en el todo.
Éste no es un hecho
tan novedoso, pues es muy conocido
en biología (seres vivos, como los
hidroides, las planarias, etc., que
se reproducen por partes o
fragmentos de uno anterior) y es
análogo al que acontece también con
algunos órganos humanos, como, por
ejemplo, el hígado, en el cual, al
ser mutilado hasta en un 80 por
ciento, la parte restante, que
conserva la información de la
estructura del todo, siente la
mutilación y activa un proceso de
auto-regeneración que, en corto
tiempo, reproduce la totalidad.
También vemos este
fenómeno en todas las plantas que se
reproducen "por estacas", es decir,
por partes de una rama. Esto indica
que en la parte, la estaca, se
encuentra, de alguna forma, la
codificación genética del todo.
El método de
historias de vida es, en cierto
modo, una aplicación de esta idea, y
siempre se distinguió por el
concepto central de que es posible
estudiar a una comunidad completa a
través del conocimiento profundo de
algunos de sus miembros.
Aunque la
generalización holográfica se basa
en una analogía, (ya que es algo así
como la onda radioeléctrica o
televisiva, que se puede modular
para llevar información auditiva o
visual), es muy lógico pensar que el
grado de transferibilidad de una
situación a otra es una función
directa de la similitud que haya
entre ambos contextos. Por ello, el
esfuerzo mayor del investigador debe
dirigirse hacia la identificación
del patrón estructural que
caracteriza a su objeto de estudio.
En cambio, no es él quien debe
estudiar el grado de similitud de su
contexto con otros contextos o
situaciones a los cuales puedan
transferirse o aplicarse los
resultados de su investigación. Esa
es tarea de quien vaya a hacer la
transferencia o aplicación.
4.7 Integración de
lo cualitativo y lo cuantitativo
Partiendo de la
precisión semántica que describimos
al principio de este estudio, es
fácil comprender que resulte algo
natural y corriente integrar lo
cualitativo y lo cuantitativo. Y
esto se hace todavía mucho más
comprensible cuando tenemos en
cuenta la teoría del conocimiento
basada en la lógica dialéctica.
En los últimos
tiempos se ha venido usando cada vez
más, en la investigación de las
ciencias humanas, una herramienta
heurística de gran eficacia: la
triangulación. El término ha sido
tomado de la topografía, y consiste
en determinar ciertas intersecciones
o coincidencias a partir de
diferentes apreciaciones y fuentes
informativas o varios puntos de
vista del mismo fenómeno.
En sentido amplio,
en las ciencias del hombre se pueden
realizar varias "triangulaciones"
que mejoran notablemente los
resultados de la investigación. De
una manera particular, se pueden
combinar, en diferentes formas,
técnicas y procedimientos
cualitativos y cuantitativos.
Más concretamente,
se pueden identificar varios tipos
básicos de triangulación:
triangulación de
métodos y técnicas: que consiste en
el uso de múltiples métodos o
técnicas para estudiar un problema
determinado (como, por ejemplo, el
hacer un estudio panorámico primero,
con una encuesta, y después utilizar
la observación participativa o una
técnica de entrevista) ;
triangulación de
datos: en la cual se utiliza una
variedad de datos para realizar el
estudio, provenientes de diferentes
fuentes de información;
triangulación de
investigadores: en la cual
participan diferentes investigadores
o evaluadores, quizá con formación,
profesión y experiencia también
diferentes;
triangulación de
teorías: que consiste en emplear
varias perspectivas para interpretar
y darle estructura a un mismo
conjunto de datos;
5. triangulación
interdisciplinaria: con la cual se
invocan múltiples disciplinas a
intervenir en el estudio o
investigación en cuestión (por
ejemplo, la biología, la psicología,
la sociología, la historia, la
antropología, etc.).
Conviene, sin
embargo, advertir que no se puede
dar, hablando con precisión
epistemológica, una triangulación de
paradigmas epistémicos, como
insinúan algunas personas empleando
ciertos procedimientos que llaman
"pluriparadigmáticos". No se puede
jugar al ajedrez, ni a ningún otro
juego, utilizando dos o más cuerpos
de reglas diferentes o, peor aún,
antagónicos. Lo menos que se puede
decir de esas personas es que están
usando el concepto de "paradigma" en
forma errónea.
V. Conclusión
La necesidad de un
enfoque adecuado para tratar con los
sistemas se ha sentido en todos los
campos de la ciencia. Así fue
naciendo una serie de enfoques
modernos afines como, por ejemplo,
la cibernética, la informática, la
teoría de conjuntos, la teoría de
redes, la teoría de la decisión, la
teoría de juegos, los modelos
estocásticos y otros; y, en la
aplicación práctica, el análisis de
sistemas, la ingeniería de sistemas,
el estudio de los ecosistemas, la
investigación de operaciones, etc.
Aunque estas teorías
y aplicaciones difieren en algunos
supuestos iniciales, técnicas
matemáticas y metas, coinciden, no
obstante, en ocuparse, de una u otra
forma y de acuerdo con su área de
interés, de "sistemas",
"totalidades" y "organización"; es
decir, están de acuerdo en ser
"ciencias de sistemas" que estudian
aspectos no atendidos hasta ahora y
problemas de interacción de muchas
variables, de organización, de
regulación, de elección de metas,
etc. Todas buscan la "configuración
estructural sistémica" de las
realidades que estudian.
Sin embargo,
ordinariamente y de una u otra
forma, tratan de resolver los
problemas con la teoría matemática
de la probabilidad; se sustituye la
verdad apodíctica de la mecánica
clásica, totalmente insostenible
(mecanicismo y determinismo en el
universo como mera creencia sin
valor científico alguno), con la
verdad probabilista, verdad
estadística; pero –como dice el
filósofo de la matemática Bertrand
Russell (1977)– "entre los
matemáticos que se han ocupado de
esta teoría, existe un acuerdo
bastante completo en cuanto a lo que
puede expresarse en símbolos
matemáticos, pero una total ausencia
de acuerdo sobre la interpretación
de las fórmulas matemáticas" (p.
346).
Por esto, tampoco
resulta una salida adecuada el
frecuente recurso a la idea de que
"si funciona, está bien". Lo que
funcionaba para Newton, no
funcionaba para Einstein, y es
absurdo pensar que a principios del
siglo XX el mundo dejó de ser
newtoniano para ser einsteniano.
Simplemente, el "funciona" depende
de la clase de función que uno
espera, y ésta, a su vez, depende
del paradigma epistémico con que se
conceptúa la realidad. La primera
edición de la Enciclopedia Británica
consideraba el flogisto como "un
hecho demostrado"; la última edición
(1979) dice que "el flogisto no
existe" (ver el término phlogiston).
En la base, el
problema tiene un fondo
epistemológico. Pero la
epistemología ha realizado grandes
avances; la epistemología actual ha
ido logrando una serie de metas que
pueden formar ya un conjunto de
postulados irrenunciables, como los
siguientes: toda observación es
relativa al punto de vista del
observador (Einstein, 1905: ver
Bronowski, 1979, p. 249); toda
observación se hace desde una teoría
(Hanson, 1977); toda observación
afecta al fenómeno observado
(Heisenberg, 1958); no existen
hechos, sólo interpretaciones
(Nietzsche,1972); estamos condenados
al significado (Merleau-Ponty,
1975); ningún lenguaje consistente
puede contener los medios necesarios
para definir su propia semántica
(Tarski, 1956); ninguna ciencia está
capacitada para demostrar
científicamente su propia base
(Descartes, 1974); ningún sistema
matemático puede probar los axiomas
en que se basa (Gödel, en Bronowski,
1978, p. 85); la pregunta ¿qué es la
ciencia? no tiene una respuesta
científica (Morin, 1983).
Estas ideas matrices
conforman una plataforma y una base
lógica conceptual para asentar todo
proceso racional con pretensión
"científica", pero coliden con los
parámetros de la racionalidad
científica clásica tradicional.
En tiempos pasados
se había creído que el problema de
la auto-referencia era único de las
ciencias humanas. Ahora sabemos que
también existe en la física y en la
matemática, es más, que está
implícito en todo proceso consciente
y racional y, por lo tanto, en todo
proceso del conocimiento humano; es
decir, que, en ciertos momentos,
tenemos que examinar nuestros
anteojos y que, quizá, tengamos que
limpiarlos, para no tener que
"barrer los monstruos matemáticos",
como aconseja Lakatos (1981, 1994).
La naturaleza es un
todo polisistémico que se rebela
cuando es reducido a sus elementos.
Y se rebela, precisamente, porque,
así, reducido, pierde las cualidades
emergentes del "todo" y la acción de
éstas sobre cada una de las partes.
Este "todo
polisistémico", que constituye la
naturaleza global, nos obliga,
incluso, a dar un paso más en esta
dirección. Nos obliga a adoptar una
metodología interdisciplinaria para
poder captar la riqueza de la
interacción entre los diferentes
subsistemas que estudian las
disciplinas particulares. No se
trata simplemente de sumar varias
disciplinas, agrupando sus esfuerzos
para la solución de un determinado
problema, es decir, no se trata de
usar una cierta
multidisciplinariedad, como se hace
frecuentemente.
La
interdisciplinariedad exige respetar
la interacción entre los objetos de
estudio de las diferentes
disciplinas y lograr la integración
de sus aportes respectivos en un
todo coherente y lógico. Esto
implica, para cada disciplina, la
revisión, reformulación y
redefinición de sus propias
estructuras lógicas individuales,
que fueron establecidas aislada e
independientemente del sistema
global con el que interactúan. Es
decir, que sus conclusiones
particulares ni siquiera serían
"verdad" en sentido pleno.
Podríamos, incluso,
ir más allá y afirmar que la mente
humana, en su actividad normal y
cotidiana, sigue las líneas matrices
de esta lógica dialéctica. En
efecto, en toda toma de decisiones,
la mente estudia, analiza, compara,
evalúa y pondera los pro y los
contra, las ventajas y desventajas
de cada opción o alternativa, y su
decisión es tanto más sabia cuantos
más hayan sido los ángulos y
perspectivas bajo los cuales fue
analizado el problema en cuestión.
Sin embargo, como
puntualiza J.M. Salazar, "la ciencia
se desarrolla a través de un
cuestionamiento constante, el cual
se agudiza en ciertos momentos que
son preludio de cambios importantes"
(1979, p. 31). Lo que se necesita,
por consiguiente, es elevar su nivel
de rigurosidad, sistematicidad y
criticidad.
La posibilidad de la
captación y comprensión de
estructuras y sistemas complejos se
apoya también en los estudios de la
Neurociencia, los cuales han hecho
ver que disponemos de todo un
hemisferio cerebral (el derecho)
para las comprensiones
estructurales, sincréticas,
configuracionales y gestálticas, y
que su forma de proceder es
precisamente holista, compleja, no
lineal, tácita, simultánea y acausal.
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