Si Sir Isaac Newton viviera, sería un fan de Harry Potter. Le fascinaba la alquimia y la existencia de una piedra filosofal que pudiera transformar cualquier metal en oro. A pesar de estar fundamentado en la ciencia pura y ser mejor conocido por concebir la ley de la gravedad, Newton dedicó gran parte de su tiempo a la alquimia y a la teología. Su genialidad es incuestionable y su influencia vasta, pero en la escuela fue al principio un alumno poco sobresaliente. Newton era introvertido, inseguro, depresivo y en la edad adulta se vio envuelto en peleas feroces con varios de sus colegas científicos. ¿Podría haber tenido una enfermedad mental, y pudo eso contribuir a su genialidad? Hay genios de todos colores y sabores, desde aquellos con una inclinación hacia las artes –escritores, pintores y músicos– hasta los que se dedican a las ciencias –físicos, matemáticos y filósofos. Los genios son definidos como personas de gran inteligencia que poseen una creatividad excepcional y son capaces de pensamiento original. Pero también son muchas veces obsesivos, depresivos, compulsivos, introvertidos o maníacos. ¿Y están estos comportamientos dentro del espectro normal –a veces en el extremo–, o indican un mal funcionamiento neurológico subyacente que podría ser un factor en su genio?

EL ENLACE PERCIBIDO entre el genio y la enfer medad mental no es sólo una coincidencia: parte de observaciones hechas hace siglos. El filósofo griego Aristóteles preguntó “¿por qué es que todos los hombres que han destacado en la filosofía, la poesía o las artes son melancólicos?” Más recientemente, el psiquiatra italiano del siglo XIX Cesare Lombroso teorizó acerca de que un genio era esencialmente un degenerado cuya locura era una forma de compensación evolutiva por el desarrollo intelectual excesivo. La enfermedad mental, por el término mismo, siempre ha tenido connotaciones negativas, y puede ser muy destructiva para el paciente y para los que les rodean. Pero las cosas no siempre son blanco y negro: una enfermedad mental puede resultar de gran ayuda. Se cree que trastornos afectivos como la bipolaridad –también conocida como enfermedad maníacodepresiva– han contribuido a la creación de algunos de los más elogiados poemas, novelas, obras de arte, descubrimientos e ideas originales de la historia. Más recientemente, algunas de las mentes más brillantes de la historia han sido diagnosticadas en retrospectiva con el síndrome de Asperger, una forma de autismo de alto funcionamiento que se caracteriza por intereses reducidos y “adicción al trabajo”. De hecho, algunos investigadores creen que estos dos tipos de particularidades mentales pueden conferir los rasgos que conducen a la genialidad.

Académicos e historiadores han buscado “banderas rojas” a través de los diarios y las biografías escritas sobre genios, rasgos que les permitan diagnosticar un desorden mental de acuerdo a los criterios descritos en la biblia del psiquiatra, el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales. Pero diagnosticar a alguien que ya no está vivo es difícil, ya que la evidencia de un trastorno u otro puede no ser claro. Para contar con más datos, los investigadores buscan información biográfica de los miembros de la familia. En ocasiones esto puede revelar patrones de rasgos o trastornos hereditarios.

Los poetas británicos del siglo XIX, Lord Byron y Lord Alfred Tennyson produjeron obras geniales atemporales, y ambos tienen una historia familiar de problemas de salud mental.

Tennyson sufría de depresión recurrente, al igual que cuatro de sus hermanos. Un momento particularmente malo para los Tennyson ocurrió como a los veinte años, cuando la muerte repentina e inesperada de un buen amigo lo sumió en una profunda depresión.

La condición influyó profundamente en su trabajo, ya que los próximos nueve años no publicó, pero escribió una serie de poemas que expresan su dolor. Tennyson también tenía un hermano que pasó la mayor parte de su vida en un manicomio y fue esta locura hereditaria lo que más temió. Varios de los familiares de Byron tenían temperamentos violentos y cambios de humor y algunos se suicidaron, un resultado trágicamente común en las personas que sufren de trastorno bipolar.

Byron escribió por primera vez acerca de su melancolía cuando era estudiante y como adulto habló sobre el suicidio con tal frecuencia que preocupaba a su esposa y amigos. También experimentó periodos de comportamiento frenético en el que gastaba dinero compulsivamente. Ada Lovelace, hija de Byron con talento matemático (mejor recordada por sus descripciones de la máquina analítica de Charles Babbage, una de las primeras computadoras mecánicas, y por ser la primera en escribir un programa informático) parece haber heredado sus ‘genes de genio’, además de comportamientos extremos. Convencida de que tenía un método seguro de elegir a los ganadores en carreras de caballos, una vez perdió tanto dinero que tuvo que empeñar las joyas de la familia.



Nacida en Varsovia en 1867 como Maria Sklodowska, Marie Curie es la única mujer que ha recibido dos premios Nobel. El primero, en 1903, fue con su marido por su trabajo en la radiación, y el segundo fue otorgado en 1911 por su descubrimiento de los elementos radio y polonio, y por su aislamiento y estudio del radio. En 1935 su hija mayor Irène también recibió conjuntamente el Premio Nobel con su marido, por su “síntesis de nuevos elementos radiactivos”. Curie madre tuvo una “enfermedad nerviosa” a los 15 años, después de graduarse de la escuela secundaria con honores y como la primera de su clase. La enfermedad la hizo sentirse muy aletargada y pasó un año recuperándose en la campiña polaca. Algunos creen que este ataque de fatiga fue el primer signo de una enfermedad depresiva que reaparecería en la edad adulta. Las autoridades rusas de la época no permitían a las mujeres asistir a la universidad, por lo que Curie no pudo continuar su educación en Varsovia. Pero a la edad de 23 años había ahorrado suficiente dinero para mudarse a París y asistir a la Sorbona. La determinación inquebrantable de Marie la llevó a absorberse por completo en sus estudios. Tres años más tarde, no sólo tenía maestrías en física y matemáticas, sino que se había graduado en primer y segundo lugares, respectivamente, en una clase de casi dos mil estudiantes.

Una beca en Física le permitió dedicarse a la investigación, y se fue a la Escuela Municipal de Física Industrial y Química de París para unirse al laboratorio de Pierre Curie, con quien se casó más tarde. Algunas notas autobiográficas de Marie revelan que ella y su marido pasaron muchos días trabajando en un laboratorio improvisado en un viejo cobertizo, en un intento por aislar el radio. Marie se encerraba en el laboratorio durante semanas hasta que se derrumbó de agotamiento físico y mental. Los Curie tuvieron dos hijas, pero según la escritora e historiadora estadounidense Barbara Goldsmith, autora de Genio obsesivo: el mundo interior de Marie Curie, tal era la devoción de Marie a su investigación, que llegó a dejar de ver a sus hijos en todo un año. En las obras autobiográficas de Marie escribe: “Se puede entender fácilmente que no haya lugar en nuestra vida para las relaciones mundanas”.

El Premio Nobel de los Curie y la fama posterior fueron también motivo de lamento: “Nuestro aislamiento voluntario fue causa de sufrimiento real para nosotros y tuvo el efecto de un desastre. Trajo serios problemas a la organización de nuestra vida”. Goldsmith fue una de las primeras personas del público en tener acceso a los libros y los diarios de Marie, sesenta años después de que fueron sellados en la Biblioteca Nacional de Francia. Consultó a varios psiquiatras para llegar a diagnosticar a Curie con trastorno bipolar. Michael Fitzgerald, un eminente psiquiatra en el Trinity College de Dublín, Irlanda, cree que los rasgos de personalidad de Curie también podrían ser indicativos de síndrome de Asperger. Él dice que la determinación y la obsesión de Curie, así como su aversión a la vida social, son signos clave de la enfermedad.

ALBERT EINSTEIN también ha sido objeto de escrutinio. Él era solitario cuando niño, no habló hasta los tres años y luego repitió frases de manera obsesiva durante varios años. En la edad adulta carecía de cuidado personal (nótese la cabellera desordenada) y se sabe que era poco estricto con la higiene. Estas características, entre otras, llevan a Fitzgerald a creer que Einstein tenía Asperger; diagnóstico sugerido también por Ioan James de la Universidad de Oxford y por Simon Baron-Cohen, director del Centro de Investigación de Autismo de la Universidad de Cambridge. Sin embargo, otros han sugerido que Einstein tenía esquizofrenia o dislexia.

Isaac Newton también pudo haber tenido síndrome de Asperger. En su último libro, Los genes del genio, Fitzgerald explica la genialidad de Newton y características autistas “definitivas”, en alusión a la agresión de Newton cuando trabajaba en la Real Casa de la Moneda, donde era el encargado de enviar a los falsificadores a la muerte en la horca, lo que al parecer disfrutaba. Otro signo de su Asperger, dice Fitzgerald, era su creencia en la alquimia; su incapacidad para separar los hechos de la ficción. Esto contrasta con su determinación en la búsqueda de pruebas matemáticas, pues podía trabajar de forma continua, sin comer, durante varios días. La inmersión total en el trabajo es otra señal clave de Asperger, pero de nuevo el caso no es sencillo; otros investigadores creen que los síntomas de Newton son más indicativos de trastorno bipolar. Sin embargo, el intenso enfoque y el deseo de rutina asociados con el síndrome de Asperger no sólo embona con las profesiones académicas o científicas. Fitzgerald también nombra una serie de escritores, filósofos, músicos y pintores (incluyendo a Beethoven y a Van Gogh) como víctimas probables de Asperger. Pero, de nuevo, las cosas se complican. Antes de suicidarse a la edad de 37, Vincent van Gogh sufrió de períodos de depresión, mal genio, espasmos (posiblemente provocados por tomar demasiado ajenjo) y episodios psicóticos. Ampliamente considerado bipolar, también se ha sugerido que tenía esquizofrenia o epilepsia. Del mismo modo, Beethoven cumple con los criterios de diagnóstico para el síndrome de Asperger, pero sus rasgos son también compatibles con un trastorno de personalidad esquizoide o depresión. De hecho, en numerosas enfermedades mentales se traslapan síntomas y conductas asociadas, y algunas condiciones podrían coexistir con otras. El trastorno esquizoafectivo, por ejemplo, se caracteriza por la manía y la depresión, al igual que la psicosis (delirios, alucinaciones, habla incoherente) u otros atributos de la esquizofrenia. Esta superposición, junto con los problemas para interpretar los datos disponibles, dificulta un diagnóstico retrospectivo.

El peligro de toda esta especulación es que las personas sean clasificadas como enfermas mentales simplemente por su talento y dedicación. En su autobiografía, La doble hélice, por ejemplo, el cada vez más franco James Watson hace comentarios despectivos sobre Rosalind Franklin, una investigadora poco reconocida que hizo importantes contribuciones a nuestra comprensión de la estructura del ADN. Watson sugiere que sufría de síndrome de Asperger, e insiste en que el trastorno es común entre las mujeres que tienen talento en la ciencia. Es evidente que no todos los genios tienen una enfermedad mental, y no todos los que tienen una enfermedad mental son genios.

“La mayoría de los maníaco-depresivos no tienen imaginación extraordinaria, y los artistas más exitosos no sufren de cambios de humor constantes”, dice Kay Redfield Jamison, profesora de psiquiatría de la Universidad Johns Hopkins en Baltimore, EUA, y experta en trastorno afectivo bipolar. Sin embargo, durante las últimas décadas, numerosos estudios, incluyendo el de Jamison, han sugerido que los individuos creativos e inteligentes son más propensos a sufrir transtornos mentales. En la mayoría de los casos se ha investigado la incidencia de trastornos del estado de ánimo en artistas vivos que han alcanzado un cierto grado de reconocimiento. En conjunto, los estudios muestran que los artistas experimentan ocho a 10 veces más de depresión que la población en general, y de 10 a 20 veces más maniaco-depresión y su forma más leve, la ciclotimia.

PERO, ¿ESTe fen ómeno se extiende a los genios de otras disciplinas? Uno de los pocos estudios que considera la psicopatología de los científicos se llevó a cabo por el difunto Félix Post, un médico del Hospital de Londres. Publicada en 1994 en el British Journal of Psychiatry, la investigación de Post de una década “trató de determinar la prevalencia de diversas psicopatologías en personas extraordinariamente creativas”. Con datos de sus biografías, se evaluó la salud mental de científicos e inventores, pensadores y eruditos, hombres de Estado y líderes nacionales, pintores y escultores, compositores, novelistas y dramaturgos. Entre los 45 científicos de género masculino incluidos en el estudio (las mujeres fueron “lamentablemente” excluidas debido a la escasez de datos y conocimientos de que la prevalencia de la enfermedad varía entre los sexos), hay nombres tan ilustres como Charles Darwin, Albert Einstein, Ernest Rutherford, Erwin Schrödinger y Gregor Mendel, en los cuales se encontró alguna psicopatología leve, marcada o severa. El documento revela que aproximadamente una tercera parte de los científicos, los compositores y los artistas no tenía la psicopatología, mientras que lo mismo se puede decir sólo de una sexta parte de los artistas y políticos. Por mucho, los más afectados fueron los escritores: el 88 por ciento tenía una psicopatología marcada o severa, y un 72 por ciento sufría de una enfermedad depresiva.

Un estudio de seguimiento de los escritores confirmó el hallazgo, pero fue un paso más allá mediante el análisis de los diagnósticos asignados a determinados subgrupos de escritores: poetas, escritores de ficción en prosa y dramaturgos. Se encontró una mayor frecuencia de enfermedades afectivas y alcoholismo entre los prosistas y dramaturgos. Los poetas, sin embargo, tuvieron una mayor incidencia de trastorno bipolar. El estudio aporta una lectura fascinante, pero como señala Raj Persaud, profesor de la comprensión pública de la psiquiatría y psiquiatra del Hospital Maudsley de Londres, el conjunto de datos está sesgado. Incluye sólo genios reconocidos, que él equipara con un análisis de delitos denunciados versus crímenes reales. “El otro problema es que cuando los biógrafos escriben acerca de la inteligencia en la historia, hay una tendencia a desenterrar excentricidades porque son interesantes, y esto puede llevar a un sobrediagnóstico de enfermedades mentales”. “También es posible que los genios o personas altamente creativas usen las enfermedades mentales como una excusa para el mal comportamiento, cuando en realidad no son más que mal educados”. Y puede suceder que en casos de mentes brillantes de la historia, se pasen por alto psicosis potenciales.

MIENTRAS QUE LA ENFERMEDAD MENTAL puede ser devastadoramente destructiva, las preguntas siguen siendo: ¿la radioterapia del cáncer habría existido si no fuera por los hábitos de investigación obsesivos de los Curie?, ¿serían tan citadas algunas obras de nuestro tiempo si grandes poetas como Tennyson y Byron no hubieran estado afectados por estados de ánimo extremos? y ¿tendríamos una comprensión del movimiento y la gravedad de no ser por la determinación neurótica de Newton para entender el universo que nos rodea? ¿Cómo se relaciona con el genio la enfermedad mental? ¿Podría ser el factor X? Muchos lo sospechan. Sócrates creía que una enfermedad mental le daba ventaja a un individuo talentoso. En el Fedro de Platón, el segundo discurso de Sócrates contiene la frase: “Si un hombre llega a la puerta de la poesía sin estar tocado por la locura de las Musas, creyendo solamente que la técnica lo hará un buen poeta, él y sus cuerdas composiciones nunca alcanzan la perfección, sino que serán totalmente eclipsadas por el inspirado loco”. Y el poeta estadounidense del siglo XIX, Edgar Allan Poe, de quien se dice que tuvo trastorno bipolar, creía que su condición tenía un efecto positivo sobre su arte: “Los hombres me han llamado loco, pero aún no está resuelta la cuestión de si la locura es o no la inteligencia más elevada ... [y] si todo lo que es profundo, no brota de la enfermedad del pensamiento”.

Neil Cole del Centro de Investigación Psiquiátrica Alfred en Melbourne dice que tener una enfermedad mental –en particular la bipolaridad– afecta la creatividad, así como la velocidad de trabajo. Un paciente bipolar él mismo, Cole ha encontrado que “las asociaciones de palabras, los retruécanos, el vuelo de ideas –que son una parte intrínseca del trastorno bipolar en fase maníaca– y los pensamientos reflexivos, las cavilaciones y la anulación de la vida más allá de lo esencial –que se experimentan durante la fase depresiva–, en mi opinión aumentan considerablemente el arsenal de ideas del artista”. De hecho, Cole cree que el genio depende de la excentricidad: que la enfermedad mental es el factor X. Y no es tá solo . El fallecido Hans Asperger dijo que “tal parece que para tener éxito en la ciencia o el arte, es esencial una pizca de autismo”. Pero ¿cómo podría eso beneficiar? Baron-Cohen sostiene que las personas en el espectro autista prefieren sistemas que cambian de maneras predecibles, y que tienen problemas con la ambigüedad o la ficción y están fuertemente impulsados a descubrir la verdad. Fitzgerald incluso cree que los genes que dan lugar a genio son los mismos que dan lugar al autismo de alto funcionamiento. “El síndrome de Asperger puede ser un ingrediente necesario de la creatividad humana”, dice. “Tal vez incluso el ingrediente crucial”. Otros no están tan seguros. Persaud señala que para ser reconocido como genio, la obra de una persona tiene que ser reconocida y aceptada por sus compañeros, por lo que los genios no son sólo intelectuales de alto funcionamiento. “Los genios reconocidos tienen que interactuar de manera positiva con la sociedad y por ello deben tener cierto número de habilidades sociales”. Estas habilidades suelen faltar en personas con desórdenes como el síndrome de Asperger. Persaud también se pregunta: si el síndrome de Asperger se vincula al genio, ¿cómo podemos explicar el gran número de personas con síndrome de Asperger que no son genios? Sin embargo es reacio a descartar por completo el argumento: “La salud mental es un proceso continuo, todo el mundo se encuentra en algún lugar dentro del espectro y hay una asociación informal entre la capacidad para el pensamiento original y la salud mental”. La gente que se encuentra en el extremo es poco probable que produzca un trabajo reconocido como de naturaleza genial, explica. No hay duda de que Sylvia Plath, quien se cree que tuvo desorden bipolar, estaría de acuerdo con él. Ella dijo: “Cuando estás loco, estás ocupado siendo loco, todo el tiempo ... Cuando yo estaba loca, eso es todo lo que era”. Entonces, ¿tienes que estar loco para ser un genio? La respuesta es no, pero podría ayudar. Como observó el difunto psicólogo de la Universidad de Harvard William James: “Cuando un intelecto superior y un temperamento psicopático se unen en un mismo individuo, tenemos las mejores condiciones posibles para el tipo de genio efectivo que aparece en los diccionarios biográficos”.

Educación en Grecia

En los estados-ciudades de la Grecia antigua, la educación era mayormente privada, excepto en Esparta. Por ejemplo, en Atenas, durante los siglos IV y V a.C., fuera de dos años de entrenamiento militar, el Estado participaba poco en lo escolar. Cualquiera podía abrir una escuela y decidir el programa.

Los padres elegían la escuela que ofreciera las materias que deseaban que sus hijos aprendieran, de acuerdo a la colegiatura que pudieran pagar. La mayoría de los padres, hasta los pobres, enviaban a sus hijos a escuelas durante algunos años y, si podían costearlo, desde los siete hasta los catorce años para aprender gimnasia (incluyendo atletismo, deportes y luchas), música (incluyendo poesía, drama e historia) y alfabetización. Las niñas rara vez recibían educación formal. En la escuela de escritura, los más jóvenes aprendían el alfabeto cantado, y luego copiaban las letras con una pluma sobre tablillas de madera cubiertas de cera. Después de algunos años de escuela, los hijos de las familias pobres o de clase media solían aprender un oficio, fuera con su padre o con otra persona. Cerca del 350 a.C. era común que los niños en las escuelas de Atenas también aprendieran artes como dibujo, pintura y escultura. Los alumnos más ricos continuaban su educación estudiando con los sofistas, de quienes aprendían retórica, matemáticas, geografía, historia natural, política y lógica. Algunas de las escuelas de educación superior en Atenas incluían el Liceo (la llamada Escuela Peripatética fundada por Aristóteles de Stageira) y la Academia Platónica (fundada por Platón de Atenas). El sistema educativo de los antiguos griegos ricos también se llamaba Paideia.

SÓCRATES

De todos los maestros de la historia, Sócrates era (en palabras de sus contemporáneos) “el más sabio, valiente y recto”. A él se remontan las diversas escuelas de filosofía como platonismo, escepticismo, estoicismo, epicureísmo y cinismo. Muy apropiadamente, es llamado filósofo de los filósofos. Sócrates era un valiente soldado, cantero, escultor, pero sobre todo era un gran maestro. Más de cuatrocientos años antes de Cristo, Sócrates vagaba por las calles de Atenas con una túnica raída sobre sus anchos hombros, conversando animadamente con los jóvenes, haciéndoles una pregunta tras otra. Grandes intelectuales de la época, como Platón o Jenofonte también fueron atraídos por su carisma en discusiones fascinantes. Sócrates era un maestro nacido con el don de despertar una curiosidad insaciable, sirviendo a la par como un dolor de cabeza para los poderes fácticos.

Su método de enseñanza de hacer preguntas irritó a muchos. Uno, Hipias, reclamó la elusividad de Sócrates sobre el tema de la justicia: “Por Zeus, no escucharás mi respuesta hasta que declares lo que piensas que es la justicia, porque no basta con que te rías de los demás, preguntes a otros, mientras tú no estás dispuesto a dar la razón a nadie, ni declarar tu opinión sobre cualquier tema”. Ante esos arrebatos, Sócrates respondió con simpleza: “el reproche que me hacen a menudo por hacer preguntas a los demás y no responder yo mismo es muy justo. La razón es que Dios me llama a ser una partera, pero me impide dar a luz”. Este es el enfoque dialéctico a la enseñanza del que Sócrates era el maestro supremo. Consiste en hacer preguntas, en la búsqueda de las contradicciones en las respuestas y en formular más preguntas para identificar el conocimiento sobre el problema o teoría o concepto en discusión.

Este es precisamente el método de razonamiento que se necesita hoy en día, cuando nos enfrentamos con el fenómeno imponente de la explosión del conocimiento y el incesante aluvión de propaganda en los medios de comunicación. Es difícil conocer la verdad en tales condiciones, sobre todo en las ciencias sociales, que sirven como doncellas a los intereses creados. El método de enseñanza de Sócrates no trata a los estudiantes como recipientes vacíos para ser llenados con el conocimiento de los hechos, fórmulas y teoremas. Más bien, el profesor y los estudiantes se embarcan en un viaje de descubrimiento. El maestro obtiene más conocimientos de los que imparte. Él no enseña, sino que educa, lo que significa que extrae. El profesor estira la imaginación de sus alumnos a los límites de su capacidad intelectual. Ayuda a los estudiantes a lograr una comprensión inteligente de la estructura de la materia. Se hace hincapié en una

aplicación inteligente de las fórmulas, definiciones y hechos en vez de aprenderlos de memoria. El maestro provoca a los estudiantes hacia el pensamiento creativo, al actuar como partera de las ideas que ya han madurado en las mentes de los estudiantes, imperceptible e inconscientemente, compartiendo con ellos una sensación de descubrimiento regocijante. Una vez que un estudiante comienza a pensar por su cuenta, está listo para escalar los picos más altos de su propia capacidad de aprender y saber, y por lo tanto ya no está a la deriva en un mundo tumultuoso y cambiante, porque está muy bien equipado para encontrar la salida en cualquier situación nueva. Se podría decir que sólo hacer preguntas no es un trabajo difícil. De hecho, lo es. Hacer preguntas pertinentes es más difícil que responderlas. No podemos hacer preguntas a menos que dominemos el tema. Sólo entonces podemos dirigir el torrente de preguntas a la meta que tenemos en mente. Pero hay que estar preparados, no sólo para hacer preguntas, sino para hacer frente a las preguntas de los estudiantes. Lamentablemente, la enseñanza en nuestro país adolece de un autoritarismo que desalienta el cuestionamiento, la iniciativa y la innovación. Esto debe cambiar. Sócrates describió su dialéctica como el arte de distinguir con cuidado. Una vez que el estudiante

desarrolla un gusto por los matices sutiles bajo el caudal de preguntas, está en camino de dominar el tema. Para Sócrates, el conocimiento es la virtud más alta y todo vicio es ignorancia. Sin el conocimiento adecuado la acción correcta es imposible, con el conocimiento adecuado la acción correcta es inevitable. Sócrates argumentaba que lo bueno no es bueno porque los dioses lo aprueben, sino que los dioses lo aprueban porque es bueno. Por este cambio en el énfasis, inició una revolución en la ética. El concepto de la bondad de Sócrates es humano y terrenal. No es general y abstracto, sino específico y concreto. Sócrates no sólo predicaba. Vivía su ética. El elemento más poderoso de su carisma e influencia entre los atenienses era el ejemplo de su vida y carácter. En una batalla (en Potidea), expuso valor ejemplar y salvó la vida de un joven combatiente. Renunció a los laureles en favor de su joven amigo. Se dice que esculpió las Tres Gracias que se encontraban a la entrada de la Acrópolis. Vestía sencillamente, se negaba a ser remunerado por sus servicios. Se sentía rico en su pobreza, aunque no era un asceta. Le gustaba la buena compañía, permitía a los ricos invitarlo, pero rehusó los regalos de magnates y reyes. Nada humano le era ajeno. Sin embargo, decía, no vale la pena vivir una vida no examinada. En el esquema socrático, un maestro predica con el ejemplo de su vida y su conducta. No es el portador de la vela, sino que es la propia vela, que arde para los estudiantes. No manda, sino que convence. No impone disciplina desde arriba, sino que inculca disciplina desde dentro. Es partidario de la disciplina estricta, pero comienza disciplinándose él mismo. Vive y muere por sus principios. Si debe beber cicuta por sus opiniones, bebe con tanto gusto como lo hizo Sócrates (porque la autoridades lo condenaron a muerte por envenenamiento por adorar dioses nuevos y corromper a la juventud de Atenas). Para los codiciosos, egoístas, oportunistas y ortodoxos, Sócrates era un desafío y lo seguirá siendo. Un maestro, en el análisis final, es un dolor de cabeza para lo establecido, esté representado por la ortodoxia o por la burocracia. Es un desafío permanente a una sociedad que disfruta en una coladera de corrupción y normalidad. No es de extrañar que a lo largo de la historia las universidades han sido cajas de Petri para la disidencia.

Este es el legado eterno de Sócrates. Al cabo de más de dos siglos sigue siendo pertinente. La forma en que enseñó, vivió y murió es la manera en la que un maestro debe enseñar, vivir y morir.